Con un poco de práctica y por las
combinaciones cromáticas puede reconocerse a qué negocio pertenecen: Frávega:
amarillo, verde y negro; Musimundo: rojo y amarillo; Wendy: rojo y mostaza,
Blockbuster: amarillo y azul, igual que Banco Río y Boca Juniors. ¿Se harán
juicio? Renault: amarillo y blanco, Dapsa: rojo y negro, YPF: azul y blanco,
Shell: rojo y amarillo, E.G.3: celeste, verde, rojo.
El cartel de una mercería anuncia ropa
para niños y bebés en azul y naranja, sobre fondo blanco en 1,20 x 57.
En un desborde emotivo brindo con mis
mejores colores, los más chispeantes y vivaces ¡Mozo!: una copa de champán, y
como no es de buena educación brindar por uno mismo, los azules lo hacen por
los verdes, los brillantes por los opacos y los primarios por los secundarios.*
Esquina de Las Heras y Salguero: a mi
derecha, el cartel del Citybank en degradé azul está flanqueado por una casilla
de Telefónica: celeste y verde. Por encima, una gran flecha lila de Pinturerías
Prestige: en blanco, y a cien metros, la marquesina verde acuario de Ban Sud:
Ban en letras blancas y Sud en letras negras.
Pregunta: ¿Los colores de la noche son
idénticos en cualquier ciudad? Y de ser así: ¿sería capaz de distinguir Buenos
Aires de Nueva York o de París?
¿Las Heras o 5th Avenue? ¿Boulevard Cerviño o Les Champs Elysées?
Un capítulo aparte se merecen las ópticas
de los coches. Hago un recuento en un modelo japonés, óptica delantera: luz
alta, baja, de posición, luces de stop, guiños derecho e izquierdo,
buscahuellas, patente, antinieblas. Óptica trasera: luces de posición, de
frenado, de marcha atrás, guiños derecho e izquierdo, patente, adicional de
frenado. Total: veintisiete luces, sin contar las interiores.
La policromía adquiere movimiento por los
faros de los automóviles, de las ambulancias, de la policía y por la
interminable actividad mutante de los semáforos: City Art.
Los colores de la noche son irreales, no
admiten comparaciones sencillas ni naturales como las de mi infancia, verde
pasto, azul cielo, rojo sangre o amarillo limón.
Las luces más frías están frente al río,
en Puerto Madero. Su resplandor gélido que reverbera en el agua, ilumina las
osamentas de las grúas y pinta de gris al césped prolijamente cortado,
haciéndolo parecer artificial.
Es de madrugada. Los colores debilitados
pierden carácter y definición, quizás un poco mareados por la bebida. Un púrpura
bosteza y un gris perla somnoliento se diluye, sólo un verdecito medio
travieso, que se había mezclado con el resplandor amarillo de una vidriera para
jugar a la escondida, todavía sigue disfrazado de azul.
Mis queridos colores, tengan buenas noches,
y si no consiguen conciliar el sueño, a no preocuparse, no cuenten ovejitas, ni
tomen té de tilo o leche tibia, tampoco ingieran Lexotanil ni se inyecten
drogas, son innecesarias y nocivas, lo aprendí en el curso de Adicciones y
Neurotransmisores. Al aclarar todos descansarán. Cúbranse bien que hace frío y
piensen en algo bonito.
Amanece.
genial!!!!Monsieur Robert
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