Un
apreciable porcentaje de prisioneros de los Campos de concentración, recibió de
los SS funciones de vigilancia. Debían realizar tareas relacionadas con
mantener el orden a cambio algunos beneficios, que en esa circunstancia a menudo
eran de vital importancia para su supervivencia. Con el nombre de Kapos se
popularizó lo que administrativamente se denominaba como “presos con funciones”
(Funktionshäftlinge).
La
etimología de Kapo está en discusión, algunos la relacionan con el italiano: capo que significa cabeza, otros con el francés: sería una abreviación
de caporal o cabo.
Está
claro que sobre los Kapos judíos, se ha oído contar las peores cosas tanto en
Israel como en el resto del mundo: “a menudo ellos eran aún peores que los
nazis” contaban los sobrevivientes. ¿Se merecen entonces los Kapos su mala fama
o acaso esa imagen negativa debería ser corregida?
En
todos nosotros está impresa la imagen de los Kapos malos, sin embargo también
hay que verlos bajo la óptica de su difícil
posición de ser al mismo tiempo víctimas y victimarios. El tema se complejiza porque
si bien había delincuentes comunes, también hubo personas decentes, a tal punto que unos cuantos han ido a vivir a
Israel al cabo de la guerra.
El
meollo es el dilema moral al que se enfrenta una persona cuando persigue dos
valores contrapuestos, que no pueden ser llevados a cabo al mismo tiempo ya que
son excluyentes. En este punto surge una
segunda pregunta: ¿cómo han vivido los Kapos en la posguerra? No se trata
únicamente de los problemas espirituales de los ex prisioneros, sino que el
tema se amplía: ¿cómo incidió esta cuestión en sus descendientes, vale decir la
segunda generación? En este sentido resulta interesante comparar le discurso de
los padres y el relato de los hijos.
Si
estas personas no consiguen construir estrategias de superación, corren el
riesgo de quebrarse por el peso que han cargado, de hecho más de uno llegó al
suicidio. Analizando los narraciones de los Kapos que fueron entrevistados, se abre
un abanico de mecanismos de defensa, entre los que se destacan: la negación y
la trivialización: desmienten las acusaciones de haber ocasionado daños y
acentúan su buena disposición a brindar ayuda al resto de los prisioneros.
En
los hijos, a su vez, pudo constatarse una división: por un lado hacen propio el
juicio negativo sobre los Kapos, pero del otro, juzgan el accionar de sus
padres como moral. Cuanto más dificultades han tenido los ex Kapos en resolver
su dilema moral, más difícil ha sido para la generación siguiente elaborar su
historia. Vale decir, que al haber sido incapaces los progenitores en resolver
esta delicada cuestión interior, precisaron de sus hijos para atenuar el peso
de la mochila que les pesaba.
Ya
se ha escrito mucho sobre la culpa de muchos sobrevivientes por el solo hecho
de estar vivos, es decir que también en ellos ha existido un dilema moral. Sin
embargo ¿por qué otros no han padecido de este interrogante? Una respuesta decisiva a esta pregunta no es
sencilla. En primer lugar se nos aparecen dos posibles respuestas: a) cuando la
persona tiene la sensación de haber actuado leal o solidariamente B) cuando con
el paso del tiempo, se han desarrollado mecanismos de defensa eficientes.
Dado
que, como dijimos, se trata de una cuestión moral, y como la humanidad gira en
torno de estos valores, es posible sacar enseñanzas que podrán aplicarse en
distintas áreas de la vida.
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