La muerte, temida como el más horrible de los males, no es, en
realidad, nada, pues mientras nosotros somos, la muerte no es, y cuando esta
llega, nosotros no somos.
Epicuro.
Ella -Hola.
Él -Hola.
Ella - ¿Se
enteró?
Él - ¿De qué?
Ella
-Murió Juan.
Él -Aja.
Ella - ¿Me
entendió? Juan ¡Murió!
Él - ¿Murió?
Ella
-Sí, murió.
Él - ¿Quién?
Ella
-Juan. Juan murió.
Él -No es posible.
Ella
-Sí lo es.
Él -No lo es.
Ella -¿Insinúa que miento?
Él -Jamás. Soy un caballero. Pero usted se
contradice.
Ella -Simplemente
dije que Juan murió.
Él -Es una incoherencia.
Ella
-¿Por qué?
Él –No es lógico.
Ella
-Demuéstrelo.
Él -Con mucho gusto. Respóndame lo
siguiente:
Ella
-De acuerdo.
Él -¿Quién murió?
Ella
-Juan.
Él -¿Quién es Juan?
Ella
-El muerto.
Él -El muerto no es Juan.
Ella
-¿Y quién es?
Él -El muerto.
Ella
-El muerto que es Juan.
Él -El muerto que no es Juan.
Ella
-Él, muerto, es Juan.
Él -Él, muerto, no es Juan.
Ella
-¿Y si no es Juan, quién es?
Él -Él.
Ella
-Él que es Juan, está muerto.
Él -Él que no es Juan, no está muerto.
Ella
-¡Qué horror. Entonces lo van a enterrar vivo!
Él -No se asuste. Si Juan ya no es ¿cómo
puede estar vivo?
Ella
-Empiezo a creer que nunca me haré entender.
Él -No sea pesimista.
Ella
-No lo soy.
Él -Entonces inténtelo de nuevo.
Ella
-No me agrada la perspectiva de un nuevo fracaso.
Él -No se achique.
Ella
-Está bien. Volvamos a comenzar: Juan murió.
Él -¿De verdad?
Ella
-De verdad.
Él -No lo puedo creer.
Ella
-Yo tampoco pude.
Él -¿Entonces por qué me lo cuenta?
Ella
-Es una forma de decir.
Él -¡Ojo! que a veces la forma puede
coincidir con el fondo.
Ella
-Juan murió. ¡De verdad!
Él -¿Se puede morir de mentira?
Ella
-Esto no es cómico. Murió Juan.
Él -Sí es cómico, porque yo me llamo Juan y
estoy vivito y coleando.
Ella
-Ahora entiendo su confusión. Me refiero a que murió Juan, el otro.
Él -¡Jua! ¡Jua!
Ella
-¿De qué se ríe?
Él -Me hace acordar a un chiste.
Ella
-No es para hacer chistes.
Él -Para Freud los chistes eran cosa seria y
los de velorio, ni le cuento.
Ella -Está
bien, si le alivia ¡adelante!
Él -Un tipo le pregunta a otro, ¿Señor, en
dónde queda la otra vereda?
¡Allí! le responde el interpelado
señalándola. ¿Cómo es posible? -replica el
primero, -si yo vengo de allí y me
dijeron que la otra vereda es ésta.
Ella
-No está mal, pero ¿cómo se relaciona con nuestro asunto?
Él -En que no se puede saber si el otro Juan
es él o yo.
Ella
-Es evidente que me refería al otro.
Él -Pero es que el otro respecto del otro
Juan soy yo.
Ella
-Me está volviendo loca. Es cierto que usted es Juan, el otro. Pero yo hablo
del otro.
Él -¿Del otro que no existe?
Ella
-Precisamente.
Él -A la pucha. Ahí nos
encontramos con otro problema.
Ella
-¿Otro más?
Él -No. Otro menos.
Ella
-¿Cuál?
Él -Que no es posible que haya otro de un
otro Juan que no existe.
Ella
-Se lo admito.
Él -Sin embargo, es innegable que Juan
existe.
Ella
-Estoy cada vez más confundida. ¿A qué Juan se refiere?
Él -A Juan. Juan existe.
Ella
-Está claro que habla de usted.
Él -No.
Ella
-¿Cómo que no?
Él -Hablo de Juan.
Ella
-Me está mareando. Diga lo que diga ¡Juan murió! Y si no me cree
acompáñeme al velorio. “Hay que ver
para creer”.
EN EL VELORIO
Ordenanza
-¿A quién van a visitar?
Ella -A Juan.
Ordenanza
-Está en la sala del fondo.
Él -¿Quién?
Ordenanza
-Juan.
Él -No puede ser.
Ella
-No empiece.
Ordenanza
-¿Cómo debo decir?
Él -El cadáver se encuentra en
el fondo.
Ella -Discúlpelo, está nervioso.
Ordenanza
-Su cadáver se encuentra en el fondo.
ÉL -¿Dijo “mi” cadáver? Si estoy
vivo.
Ordenanza
-No, señor. El cadáver de Juan.
ÉL -¿De quién?
Ordenanza
-De Juan. En la planilla figura así. .
Ordenanza
-Fíjese usted mismo.
Él –Se ha cometido un error.
Debería decir “el” cadáver y no el
cadáver de Juan. Cómo Juan ya
no es, nada puede pertenecerle.
Los cadáveres no son de
nadie. Sólo son cadáveres.
Ella -¿Entonces, según usted todos
los cadáveres son iguales?
ÉL -No, todos los vivos somos
iguales.
Ella -¿Cómo es eso?
ÉL -Los vivos “somos cadáveres
que aún no han
entrado en funciones”.
Proust.
FRENTE AL ATAÚD
Ella -Ahí
lo tiene. Pobrecito, no parece haber muerto.
ÉL -¿Quién?
Ella -
...(triunfal) El cadáver.
Él -¿El cadáver parece no haber muerto?
Ella -No
me enloquezca.
Él -Procure hablar con precisión.
Ella -Una
demanda típicamente masculina. La precisión, la coherencia,
ilusiones de hombres.
Él -Si es confusa me obliga a imaginar lo
que quiere decir.
Ella -¿Y
con eso qué?
Él -La imaginación provoca engaños.
Ella -Que
Juan murió no es un engaño.
Él -Pero es engañoso.
Ella –(Resignada) Dios le dio la vida y también se la
quitó.
Él -Dios no pudo haberle dado la vida.
Ella -¿Por
qué no?
Él -No la quiero fastidiar, pero es otra
afirmación absurda.
Ella -¿No
es creyente?
Él -Creo en las palabras, y las suyas son
confusas.
Ella -¿Por
qué?
Él -Porque implican una antecedencia del
sujeto a quien le será dada la vida.
Ella -Qué
complicado.
ÉL -En criollo esto significa que uno existe
y que un buen día Dios le dio un
regalo; la vida, que es precisamente lo
que uno ya tiene. Un asunto que
no carece de importancia porque la Iglesia
utiliza este argumento para
fundamentar la cuestión de la
posición del hombre frente a la existencia.
Si Dios de entrada le ha regalado la
vida entonces ha de tener una
posición de deudor y no de acreedor
frente a ella.
Ella
-Era un hombre temeroso de Dios.
Él -Es cierto. Le tenía miedo.
Ella -¿Por
qué?
Él -Usted lo dijo: “Él” le quitó la vida. Pero no nos
desviemos del tema. ¿Se
anima a otro intento?
Ella -Me
animo: Este es el cadáver de aquel que en vida fuera Juan.
Él -Bastante mejor.
Ella -¿Nada más que eso?
Él -Así no habla nadie, es muy recargado.
Ella -¿Es su única objeción?
ÉL -No.
Ella
-¿Qué más?
Él -“Quién” es un pronombre relativo respecto a Juan, por lo que estamos en
la misma.
Ella -¿Pruebo
decirlo por la negativa?
Él -¿Por qué no? Todo suma.
Ella -A
veces resta.
Él -Déle nomás.
Ella -Juan
no está vivo. ¿Qué le parece?
Él -Más de lo mismo. Juan no puede poseer
atributos positivos ni
negativos.
EN EL BUFFET
Él –Brindemos (Se sirven una copa)
Ella -A la memoria de
Él -¿De quién?
Ella -No
le daré la
oportunidad. A La
Memoria.
Él -Brindemos por ella y por su capacidad de
olvidar
(Brindan). Está
preciosa.
Ella
-Gracias.
ÉL -Estoy muerto por usted.
Ella -No
se haga el vivo.
Él -Estoy vivo.
Ella –
Disculpe. No estoy de buen humor. Me puso nerviosa con lo de Juan.
Él -¿Por qué?
Ella -Siento
que usted no me comprende.
Él -Fue un simple malentendido.
Ella -Esta
vez se equivoca, fue un bien entendido.
Él -¿Qué entendió bien?
Ella -Que
no nos entendemos.
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