Una cita de Kafka dice que “hay que ir al
extranjero para reencontrarse con el hogar que se ha perdido”. Es cierto. Quién
no ha pasado por la experiencia de ir de vacaciones por un par de semanas al
exterior y emocionarse al escuchar un tango que, en su propio país, le resulta
indiferente.
Cuando
uno está ocupado no hay tiempo para pensar o recordar, se padece de las
vicisitudes y preocupaciones de la vida cotidiana, en cambio cuando se tiene un
momento de reposo, sobre todo a quien tiene la condición de exiliado o
expatriado, le sobreviene una de las variedades del dolor espiritual: El Heimatweh «dolor de hogar», o en su versión inglesa Homesick «enfermo de hogar», padecimiento que mezcla cierta
nostalgia con melancolía que desgarran el alma. La evocación del lugar de dónde
venimos, el terruño, las baldosas de la vereda, la infancia ida que se nos
aparece con nitidez y que se traduce en sueños despiadados, nos obliga a darnos
cuenta que no nos hemos olvidado de nada, que todo lo que creíamos pasado y
enterrado, palpita vivo y presente.
¿Cómo
se expresan los sentimientos respecto del hogar en los textos literarios?
El poema más famoso de Friedrich Nietzsche, traducido
como «El Solitario» trata de los sentimientos respecto de la tierra natal. Así
dice en el versículo al final de la primera estrofa. “¡El Bien para aquellos que
todavía tienen su hogar!" y al final de la última estrofa: "¡Ay de aquel que no tiene
patria!"
La
literatura del exilio se refiere a las obras de autores aquellos que debieron
emigrar empujados por una fuerza externa, y que fueron profundamente influidos por
este trauma. La temática es variable y va desde la novela de denuncia a la
novela histórica, el teatro o la poesía teñida, en ocasiones, de un carácter
fantasmagórico.
La tensión de «estar tan dentro y al mismo tiempo tan fuera», fue muy bien expresada por el poeta español Luis Cernuda, quien en el exilio durante la dictadura franquista, se veía a sí mismo «como naipe cuya baraja se ha perdido» y que tomado por su estado de ánimo, escribió: “Tierra nativa, más mía cuanto más lejana”. En él poeta se percibe el dolor por la pérdida del país de origen, que permanece muy a flor de piel del sujeto peregrino de su Tierra y al mismo tiempo cautivo de ella.
Acaso pueda ser el exilio un espacio creativo,
allí en donde el autor forma parte de los
otros queda obligado a desdoblarse y a desplegar sus fantasmas.
Las
obras de los escritores alemanes y por supuesto también la de los argentinos
forzados a irse durante la sangrienta dictadura militar, forman una parte
importante del amplio espectro de la «literatura del exilio», sobre la que
escribí este artículo a modo de introducción.
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