Cuando Digo Nosotros
PANDORA Y LA ESPERANZA NAZI
La
pulsión de muerte o destrudo, ha sido
falsamente postulada como causa de la supuesta pasividad de los prisioneros de
los Campos de concentración; una banalización que pretende explicar el asesinato de millones de
personas, afectadas por una supuesta y acentuada pulsión de muerte. En otras
palabras, los judíos estarían cometiendo un suicidio individual y grupal de
modo encubierto, con la excusa de la represión nazi.
Esta
es a grandes rasgos la hipótesis que sostuvo el psicoanalista vienés Bruno
Bettelheim, (a quien personalmente considero inimputable por ser sobreviviente a un Campo en el que estuvo
internado por un año), pero que ha distorsionado el psicoanálisis como una
teoría de la neurosis, hasta convertirlo en una teoría leída por la neurosis de
su autor. Trataré pues, esbozar una hipótesis diferente.
LA ESPERANZA Y EL MAL
Llama
la atención por qué los antiguos griegos
consideraban la esperanza como un mal y no como un elemento psíquico positivo.
Cuenta
el mito que Pandora fue la primera mujer, y que Zeus ordenó su creación para
castigar a Prometeo quien se había robado el fuego divino para dárselo a los
hombres. Como escarmiento, Zeus le entregó a Pandora una jarra para que se la
lleve a su hermano. Esta jarra contenía todos los males existentes y, por ende,
le prohibió abrirla; sin embargo, por
curiosidad Pandora la abrió. En ese momento, todos los males escaparon
alojándose entre los hombres; asustada Pandora cerró la jarra dejando un solo
elemento sin escapar, la Esperanza.
Resta
despejar una duda: si la esperanza fue el único mal que quedó dentro de la
jarra después de que Pandora la cerrara, entonces, ¿quién fue el que la liberó?
Doy una respuesta: ¡los nazis!
Por
“esperanza” nos encontramos con que es "el hecho de desear que algo se
cumpla". El problema se suscita si ese algo es un imposible, en tal caso
la esperanza se constituirá en un modo de evadir una realidad traumática,
provocando una anulación de la voluntad. Ahora bien, esta es la pregunta que
intentaré contestar: ¿cómo es que si los presos vivían en un continuo “aquí y
ahora”, en el que la palabra mañana había perdido su sentido, aún podían
conservar una esperanza? Una esperanza que por un lado les permitía seguir
viviendo y que, por el otro, los inmovilizaba haciéndolos permanecer sin
rebelarse contra la pasivización a la que fueron sometidos.
El
escritor polaco Tadeus Borowski, autor del libro Nuestro hogar es Auschwitz -quien
después de unos años de libertad, se suicidó asfixiándose con gas-, cuenta que
los trenes que arribaban eran valuados por los prisioneros según la cantidad de
alimentos que traían. Los recién llegados pertenecían a la categoría más baja: “un
partido de fútbol termina mientras la última partida es gasificada y nadie se
apena, sin embargo, los presos se esperanzan con una vida después de la guerra”.
Esto motiva al escritor a decir lo siguiente: “La esperanza es lo que ordena a
los hombres ir con indiferencia a las cámaras de gas, los abstiene de armar
alboroto; la esperanza los anula e insensibiliza y los impulsa a no llamar la
atención y a obedecer, pues la esperanza de la liberación siempre está en el
horizonte”. Además los presos podían pensar que si adoptaban algunos
comportamientos -incluso la crueldad de sus captores-, podrían sobrevivir. No
se trata solo del fenómeno de identificación al agresor, sino también de una
imitación voluntaria de pequeños gestos, saludar con taconeo, etc. Por otra
parte, la obediencia extrema concedía la esperanza de una cierta seguridad, por
lo que se preocupaban para controlar la agresividad a sus captores y a sus
compañeros, querían pasar desapercibidos, no dar lugar a una provocación o
llamar la atención sobre sí.
Una
segunda causa de esperanza fue Arbeit
macht frei (El trabajo libera).
Desde el inicio queda claro qué posibilita la libertad, no es el amotinamiento
sino la sumisión al trabajo. Asimismo, los prisioneros de los Campos de
concentración, (no los de exterminio) sabían perfectamente que estaban en gran
peligro, pero, en principio, no estaban condenados a muerte. Por ejemplo, en el
campo de Buchenwald se escribían cartas con la familia y recibían algún que
otro paquete, por lo que mantenían una cuota de esperanza. Así como un soldado
en una trinchera que ve morir a diario a sus camaradas, al verse aún vivo se
sostiene en la esperanza de que la siguiente bala tampoco lo matará. La
diferencia estriba en que los soldados podían desahogar su agresividad mediante
la acción, y compensar la depresión que la amenaza de muerte les causaba. En
los Campos de exterminio, en cambio, los presos veían que en las selecciones de
personas a la llegada de los trenes, separaban a los niños, mujeres y ancianos,
e inocentemente se esperanzaban con que tendrían un trato preferencial. Sin
embargo, poco después se enteraban que habían sido asesinados. Entonces, ¿cómo
es posible que aún así conservaran una esperanza? Mi opinión es que resulta imposible
tramitar psíquicamente lo que estaba sucediendo, ya que no se adecuaba a ningún
molde mental.
Hasta
donde se sabe, una persona no puede representarse su propia muerte, por lo que
para soportar su inmediatez, uno de los mecanismos de defensa es darle a su
muerte un significado. Para algunos, era la esperanza de un regreso al regazo
materno o el retorno al Padre. Otros se imaginaban estando a los pies del Dios
de la venganza y desde allí contemplar cómo sus perseguidores son objeto deuna
punición; no faltan tampoco las fantasías de un martirio acompañadas o no, por
otras, en las que sus verdugos sucumben. De igual modo, en los últimos meses de
la guerra habían disminuido las matanzas, permitiéndole a los presos tener una
esperanza en un futuro posible. Al idealizar, se esperanzaban en salir a
un mundo pleno de justicia y equidad, así
cualquier desengaño a la salida, traía consigo un desmesurado sentimiento de
frustración. Aquí surge un interrogante fundamental: ¿por qué motivo gente que
luego de la liberación no tuvo problemas de adaptación, pasado un período de
latencia que oscila entre 15 o 20 años, dearrolló síntomas muy diversos en relación
a sus vivencias en los Campos: angustia, depresión, preocupación excesiva por
la muerte, y un tinte paranoide respecto del mundo que los llevaba al
aislamiento. Las causas más comunes eran sentimientos de culpa por haber
sobrevivido o no haber hecho lo suficiente para salvar a un ser querido. Otro
factor: en la vida normal la esperanza en el futuro suele ser tomada en cuenta
por la gente para realizar sus actividades, al llegar la libertad el individuo
ya no continuaba en un estado de dependencia pasiva o viviendo en un absoluto
“aquí y ahora”; esto llevaba a una readaptación muy angustiosa, pues el sujeto
pasaba a una posición activa y debía asumir la responsabilidad sobre su vida de
un momento al otro sin estar preparado para ello.
Espero
que alguna de mis ideas sirvan para una mejor comprensión de lo acontecido, y permitan
profundizar en el estudio de los dolores psíquicos que sufren las generaciones
posteriores.
AMNESIA LACUNAR
El fenómeno de olvidarse de las primeras
impresiones, pude hallarse en casi todos los sobrevivientes debido a la primera
fase de shock, debida a la ruptura de la continuidad de la historia de sus
vidas. Uno no puede dejar de asociar esto con la alucinación negativa, en que
el sujeto desmiente la percepción y la significación afectiva del mundo
externo.
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