¿Cuál es el objeto de hablar sobre este tema a más de sesenta años de los crímenes cometidos? La respuesta es tan sencilla como siniestra: las consecuencias de la represión hoy todavía se manifiestan en las mentes de las víctimas, de sus descendientes y lógicamente, también de la sociedad de la que ellas forman parte.
Tal como lo demuestra
un creciente número de conocimientos científicos y experiencias terapéuticas,
el Holocausto no solo dejó huellas en las víctimas directas sino también hondas
marcas en sus hijos. Numerosos investigadores encontraron en no pocos
descendientes, síntomas similares que aquellos que padecieron sus progenitores.
Vale decir que el traumatismo ha tenido efectos tardíos que, inclusive, se
extendieron a sus nietos, tema que aún se ha estudiado insuficientemente.
Las heridas siguen
estando al rojo vivo. Todo lo escrito y lo hablado al respecto no logró
capturar ni expresar satisfactoriamente, las experiencias emocionales de
quienes han sido objeto de la represión del poder estatal.
Es que el
entendimiento normal, no consigue comprender las dimensiones de semejante
sufrimiento
En esta época en que
la derecha y el capitalismo en su expresión más cruel: el individualismo y el
neonazismo se están extendiendo, recordar los síntomas de las víctimas,
considerados como testimonio de una inextinguible memoria, cobran particular
relevancia. Por lo tanto, no se trata de ver únicamente el destino de las
víctimas directas y los daños psíquicos de los sobrevivientes, sino también
observar atentamente el devenir de las generaciones subsiguientes. que han
quedado marcadas en los vericuetos de los destinos paternos.
Asimismo nos viene la
interrogación sobre la posibilidad de curar o al menos de paliar o restañar los
traumatismos sufridos, que tienden a acentuarse, en especial si los
damnificados se ven forzados a convivir con la hipócrita frialdad e
indiferencia de sus victimarios, muchos de ellos en libertad.
Para los sobrevivientes,
la constitución de una familia y la paternidad, pueden significar un triunfo
sobre el enemigo, pero también una reviviscencia de recuerdos dolorosos a los
amigos y parientes asesinados. En esta zona de tensión conflictiva, se han
criado los hijos de la segunda y aún tercera generación.
Si bien el “síndrome
postraumático” ha sido bien estudiado en numerosos países implicados en la
primera y segunda guerra mundial, y más recientemente en Vietnam e Irak, así
como sus consecuencias tardías . mucho menos se ha aprendido sobre los hijos y
nietos de las víctimas.
Un buen modelo
psiquiátrico - psicológico son los trabajos que fueron realizados por médicos y
psicólogos (especialmente en Noruega), y que han inspirado el presente ensayo a
modo de una primera aproximación a un tema que interesa a diversas disciplinas
y que espero sea el punto de partida para futuras investigaciones.
Roberto Gebert
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