lunes, 24 de abril de 2017

EL HOLOCAUSTO, Sobre la supuesta pasividad de los JUDÍOS EN LA SHOÁ


http://gebert-literario.blogspot.com.ar/2016/05/cuando-digo-nosotros.html
Mucho se ha escrito sobre el tema de una falta de reacción más enérgica por parte de los judíos ante la barbarie asesina, lo que algunos llaman pasividad frente a la muerte. Hay que ser muy cuidadoso con este tema que ha sido aprovechado por los grupos antisemitas, para justificar los crímenes bajo el siguiente razonamiento: “el motivo de la pasividad de los judíos es un fuerte sentimiento de culpa, y si tienen culpa es porque algo mal habrán hecho y necesitan redimirla pagando con su vida”.
El muy discutido psicoanalista y sobreviviente austríaco Bruno Bettelheim, quien también terminó su vida asfixiado, esta vez por una bolsa de nylon, expone su punto de vista en el libro “El corazón bien informado”, que se basa en sus propia experiencia en los campos de Buchenwald y Dachau. Según él logró adaptarse a la situación y mantener su identidad gracias a que enseguida empezó promover reuniones con otros presos para estudiar, logrando prevenir así un proceso de identificación al agresor.

Casi de manera manifiesta acusa al resto de sus compañeros de prisión de no haber hecho lo mismo y añade que los que terminaron asesinados, representaban una selección de lo más negativo del judaísmo europeo, de este modo también explica por qué 400 prisioneros vigilados por un solo SS, marchaban pasivamente sin amotinarse. Los otros, los positivos -entre los que, por supuesto, se contaba él-, habían encontrado el modo de evitar la persecución;       
A decir verdad, uno de los factores que retardaba la toma de una decisión era la incertidumbre respecto del impredecible destino de cada uno de los presos. Esta duda daba lugar a la posibilidad de una esperanza de vida, -la esperanza en su faz más sombría-, que los inmovilizaba. Hay que tener en cuenta, que si bien grupalmente los detenidos habían sufrido un destino común, individualmente las circunstancias eran muy diferente, Por ejemplo, si alguien estaba destinado a picar piedras y podía morir de desnutrición o por las enfermedades resultantes, a otro le había tocado trabajar en la cocina o la enfermería, sin padecer de de estos peligros

Ahora bien, en mi libro “Cuando digo nosotros”, escribí una página sobre el tema de la pasividad y el sentimiento de culpa. No pretendo que sea una explicación que agote la cuestión, pero sí me parece una aproximación para pensarla. Espero que sea de utilidad al lector.

EXTRACTO DE CUANDO DIGO NOSOTROS

–¿Hubo algo que a los judíos les impidió involucrarse más enérgicamente haciendo resistencia en Alemania?
     –Que una nación entera te aúlle, te aborrezca,  te desprecie e incluso te dé a conocer su repugnancia estética, eso es una dimensión que excluye la indiferencia y de la cual nadie sale indemne, digo «te» porque si bien el aullido está dirigido a blasfemar contra un grupo, cada cual se percata de que la ofensa colectiva es, asimismo, un ataque personal. Quizás muchos en su fuero íntimo se hayan dicho: «después de todo, el nacionalsocialismo defiende los valores de la patria», quizás no fuese tan malo y entonces –dos más dos son cuatro– la mala resultaba ser yo.
     En la misma línea de pensamiento, vi un dolorosísimo y sorprendente documental de la BBC en televisión: «Tres o cuatro presos judíos con uniforme a rayas corren con las manos sin ataduras por un terreno fangoso hasta el borde de una fosa común, en donde se cuadran de cara a cuatro soldados en el margen opuesto. Las manos que podrían haber estrangulado al enemigo cuelgan laxas de los brazos, y las piernas que podrían haber servido para escapar o arrojarse sobre los asesinos permanecen quietas en posición de firmes.» 
     Cada uno tenía su matador, ninguno de los soldados podrá desentenderse de su crimen bajo el pretexto de ignorar si en su fusil había o no una bala de fogueo. Antes del final es seguro que los condenados oirían Judíos afuera” una compañía inseparable, que no los abandonaba ni de día ni de noche y que, como los gases químicos, se les metía en cada poro demoliendo cuanto rastro humano quedaba. En la cumbre de la sofocación, el espíritu ya no distinguiría lo propio de lo ajeno. Cada músculo obedecería a Judíos afuera hasta el instante final en el que sentían en la carne el ardor del desgarro y la falta de compasión, hasta que obediente, se parabas erguido, con la frente alta y una dignidad tan criminal como tus matadores, y que los llevaba a abandonarte a su arbitrio y a que se dejaran asesinar entregados a Juden raus (Judíos afuera). Se oye una descarga. Los fusilados, como última muestra de buena disposición, se desploman directamente al fondo para que nadie tenga que esforzarse en arrojar sus cuerpos adentro. No hay tiro de gracia, ¿para qué? Queda echar un poco de tierra y encargarse de los siguientes que vienen trotando sin oponerse.       
     »Se puede fingir equilibrio, exhibir serenidad, rehusarse a odiar, embeberse de vida, pero si no tenés un carácter de excepción, corrés el grave peligro de que el constante martilleo de Juden raus te convenza de que sos lo que los otros dicen que sos: ¡una mierda!, y que Juden raus  tiene buenos motivos para rajarte, porque tu mera existencia es una injustificable ofensa y degradación para la humanidad.
     »Abrí un diccionario y busqué sobrevivir: ‘quedar con vida después de la muerte de otro’. Sobreviviente, sobrevivir, sobreviviendo, si estás en un calabozo es porque sos culpable, si el verdugo te viene a buscar es porque cometiste un crimen. Mi principal rencor no es para los asesinos sino porque sobreviví, cohabito con ese privilegio y ese pecado.

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