Comenzar la mañana es
uno de los aspectos más desalentadores de la vida citadina: las aglomeraciones
de personas, el caos del tránsito, los edificios grises y sórdidos o lo más
modernos que son meros cubos sin diseño que amontonan a las personas. Para
evitarme la lectura de los diarios, desayuno con café, tostadas y literatura
que me tiende un dorado puente que me desliza hacia el inicio del día,
construyéndolo soportable o al menos pasablemente irreal. Así, la crueldad se
ve matizada por la belleza de la ficción.
Es que la prensa se
ha pervertido y es bien poco lo que puede decirse en su favor, abundan las
mentiras de los políticos contadas desde la impunidad del poder, la vulgaridad
de sus argumentos, las afirmaciones que se prueban por sí mismas sin necesidad
de aducir pruebas que las apoyen, van en busca de lo obvio. Como lo que da
rédito es el espectáculo, sólo importan las formas y el resultado suele ser
pobre. La manipulación marketinera hace ocultar con gran misterio lo que no
vale la pena de ser encontrado, y los acontecimientos importantes son
presentados con una simplificación idiotizante, más dirigida al chimenterío
social que a la información.
Así y todo, no es
posible encerrarse en uno mismo, pero es bueno hacerlo con otro si ese otro es
el hecho artístico. Él puede hacernos respirar aire puro, abuenarnos con bellos
paisajes en medio de la urbe, prestar nuestra atención a personajes
interesantes, sacarnos de la monotonía de lo anónimo que nos circunda y que aplasta
el espíritu. El arte se enseñorea sobre las pobrezas de lo cotidiano y la
mediocridad del mundo de las apariencias.
Hablar del alma en la
época que corre, suena a sentimentalismo o a romanticismo pasado de moda; sin
embargo, el héroe de nuestro tiempo no es el del imbécil sí se puede! sino el
del gentil diletante, aquel que se anima a entregarse al mundo de lo inútil
para el mercado, vale decir a la poesía. El artista verdadero elude la
repetición que machaca, el puritanismo mercantilista, él vive en la ficción que
da la alegría de la libertad imaginativa.
Quienes pueden
salvarnos son la gentes imprácticas, los que pueden tener una visión de futuro,
y darle un lugar al a utopía
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