El enigma de Sig
Las palabras encierran secretos que, para
ser develados, precisan de
una
oreja afinada. En caso de fallar el instrumento se recomienda consultar con un luthier, que para estos casos
se llama psicoanalista; con un poco de suerte, y si el diablo no mete la cola,
él podrá quitar algún molesto tapón. Para el caso que nos ocupa conviene
recordar la existencia de toda clase de palabras: las hay suaves, veloces,
seductoras, las huidizas que son extraordinarias. Todas y cada una de ellas se
merece un interlocutor aplicado, en especial las palabras extranjeras, que
reclaman una escucha bilingüe.
En
1901 Sigmund Freud publica “Psicopatología de la vida cotidiana”, que se inicia
con el capítulo “Olvido de nombres propios”, publicado hacía tres años en la
Revista de Psiquiatría y Neurología (Monatliche
Zeitschrift für Psychiatrie und Neurologie). Interesado por estudiar la
lógica del olvido, centra la tarea en un episodio que lo había afectado, en
relación con el pintor italiano del Cuatroccento
Luca Signorelli, cuyos cuadros había contemplado en la capilla de San
Brizio de la Catedral de Orvieto y que ocasionaron una interesante producción
de su inconsciente. El mencionado capítulo se complementa con el siguiente
“Olvido de palabras extranjeras”, por lo que resulta conveniente trabajar con
ambos capítulos en conjunto, a fin de comprender a fondo el ejemplo de
Signorelli, poblado de significantes que para Freud resultan extranjeros, se
trata de un verdadero entrecruzamiento de idiomas (alemán, italiano, turco,
bosnio, ruso...). En él, Freud señala: “...En una serie de casos, este olvido se cumple siguiendo el mecanismo
que nos ha revelado el ejemplo de Signorelli”.
No
he de detenerme en la exposición del famoso caso. Mencionaré en cambio que, con
posterioridad, Jaques Lacan lo retoma y al extenso análisis de Freud, añade
algo de sustancial importancia, a saber:
descubre que el Signor de Signorelli
contiene el significante Sig que
asimismo posee el nombre Sigmund con
lo cual resulta evidente que se produce una identificación que determinará el
olvido. Hasta aquí la novedad que aporta Lacan respecto de este tema.
A
continuación leamos algunos párrafos de “Olvido de nombres y series de palabras”:
.. No podemos reprimir una
impresión ligeramente desagradable
cuando encontramos que un extraño lleva nuestro propio nombre. (Yo sentí
claramente esta impresión al presentárseme un día en mi consulta un señor S.
Freud).
“…al
analizar los casos de olvido de nombres propios observados en mí mismo
encuentro casi regularmente que el nombre
retenido muestra hallarse en relación con un tema concerniente a mi propia persona y que con frecuencia puede
despertar en mí intensas y a veces penosas emociones. El nombre perdido ha
rozado en mí un complejo personal”.
Sabemos que el nombre retenido roza un complejo personal. La pregunta
que nos formulamos es ¿Por qué motivo Signorelli toca a Freud en su ser?
El significante Sig no parece resultar suficiente sin
que también incluya él mismo un tema. Freud mismo lo aclara en un añadido que
realiza al referirse a Aliquis en su diferencia con Signorelli:
“Ya no estoy convencido de la
falta de una conexión interior entre los dos circulos de ideas en el caso
Signorelli. En un cuidadoso seguimiento de los pensamientos reprimidos sobre el
tema de sexualidad y muerte, uno se tropieza con una idea que se conecta
íntimamente con la de los frescos de
Orvieto.”
¿Cuál será
entonces la conexión entre el significante Sig
y el tema de la impotencia frente a sexualidad y muerte? ¿Habrá alguna conexión
directa? El Sig de Lacan y obviamente también el de Freud
en el que había fijado mi atención resonaba dentro de mí como un eco, sin
evocar nada en concreto, a lo sumo
alguna clase de existencia sin forma que pugnaba por darse a
conocer,
hasta que un buen día
viendo el partido de fútbol Austria contra Francia, el azar vino en mi ayuda,
divisé una pancarta de los simpatizantes del equipo nacional austríaco que puso
luz en este enigma, decía: Der Sieg ist unser La victoria es nuestra.
Ahí estaba
el significante y tema del que habla Freud. Es que Sig es homofónico con Sieg,
que quiere decir “triunfo” o “victoria” y de paso sea dicho, integra el nombre
de Freud que traducido significa: “el triunfo de la boca da alegría”. Por lo
tanto se puede concluir que si a Freud le queda reprimido Sig el triunfo, es en la
medida en que Freud reprime el triunfo sólo le queda la derrota, frente a los
temas de sexualidad y a la muerte.
Podemos entonces
concluir, que nuestro descubrimiento respecto del significante Sig refuerza más aún la teoría
psicoanalítica en relación al hecho de que Sig
es el causante del episodio del olvido de Signorelli.
No hay comentarios:
Publicar un comentario