sábado, 27 de agosto de 2016

MENS SANA IN CORPORE SANO




    El poeta Decimus Iunius Iuvenalis, más conocido como Juvenal,  es el autor del conocido aforismo Mens sana in corpore sano. De nacionalidad romana, Juvenal nació en Aquino, en el sur de Itali,a 55-138 D.C. Se cuenta entre los mejores poetas satíricos de la cultura romana y constituye una fuente para la comprensión de la vida cotidiana de su época. Escribió diciséis Sátiras de estilo brillante y epigramático, que describen la vida en la ciudad y que atacan las extravagancias y los vicios de la Roma imperial. La cita en cuestión figura en Sátiras X, y ha sido divulgada como la idea de que sólo puede haber un espíritu sano dentro de un cuerpo igualmente saludable. Ahora bien, no sólo sostengo la falsedad de esta desgraciada versión sino que, además, me propongo demostrar la innumerable cantidad de injusticias y crímenes a los que ha dado y sigue dando lugar. 
     Aquí el original: 
     inpulsu et caeca magnaque cupidine ducti coniugium petimus partumque uxoris, at illis notum qui pueri qualisque futura sit uxor. ut tamen et poscas aliquid uoueasque sacellis exta et candiduli diuina tomacula porci,
orandum est ut sit mens sana in corpore sano. fortem posce animum mortis terrore carentem, qui spatium uitae extremum inter munera ponat naturae, qui ferre queat quoscumque labores, nesciat irasci, cupiat nihil et potiores
     Para quien no entienda latín, paso a explicar -más que a traducir      literalmente- el sentido de este párrafo. Juvenal sostiene que dado que el hombre no puede distinguir entre lo verdadero y lo falso, manifiesta deseos a los dioses que, de serle concedidos, lo conducirían a su propia perdición; por ejemplo, el deseo de riquezas, el poder político, la oratoria, la gloria de guerra, una larga vida o la belleza. Las personas deberían dejar de rezar a los dioses, pues sólo ellos sabrían qué es útil para ser otorgado como un don. Quien, sin embargo, quiera solicitar por algo, debería limitarse a hacerlo para poseer una mente sana dentro de un cuerpo sano.)
     "Orandum est ut sit mens sana in corpore sano." (Se rezará únicamente por poseer una mente sana en un cuerpo sano.” 
     Y ¡atención! que, dentro del contexto, mente sana se refiere no tanto a la salud psicológica sino a los atributos morales.
     Como tantas veces sucede con las citas que se tornan célebres, también ésta ha cobrado vuelo propio desligándose de su autor. Al confrontar con el original, comprobamos que Juvenal jamás dijo esta frase que integra la última parte de una oración de la que fue descontextualizada, confiriéndose la errónea interpretación de que únicamente en un cuerpo sano puede haber una mente sana, lo cual es inexacto y tendencioso. 
     No se trata de objetar una traducción poco ajustada (ya se sabe que ésta siempre comportará una diferencia con el original). La cuestión central es que se ha dado a entender la existencia de una relación unívoca entre mente y cuerpo, que ambos vendrían a ser términos de una ecuación directamente proporcional,  y que entre ellos habría una relación armoniosa y permanente. No obstante, la torsión del sentido no se debe a una impostura premeditada, a la operación de un servicio de inteligencia, a la impericia del traductor o a una oscura resistencia del mismo latín a ser traducido.
     Esta versión que no es más que un borrón del original, se ha hecho popular extendiéndose por todo el mundo. Las mismas personas que desaprueban con vehemencia el fascismo, que se indignan ante la menor discriminación, que critican las teorías genetistas y se horrorizan ante el nazismo, toda esta gente bienintencionada y culta, no ha tenido el menor inconveniente en aceptar este lema que preside el pórtico de entrada del club Gimnasia y Esgrima, así como el  de diversos establecimientos educativos. ¿Y por qué no? ¿Acaso no es común suponerle a los atletas un psiquismo saludable, y a quien marcha con la frente en alto una personalidad optimista? Tampoco presenta mayores dificultades endosarle apatía al que deambula encorvado, serenidad a quien sostiene una marcha regular y depresión al que mantiene la cabeza gacha. 
     Posteriormente la estética corporal recibió de las teorías vitalistas abundantes aportes: así en Alemania durante el nazismo floreció la lógica de las medidas antropométricas como infalible método de detección* basada en las contribuciones de Italia que, no queriendo quedarse atrás, colaboró con el  desastre a través del  célebre psiquiatra italiano Cesare Lombroso, quien se decía capaz de descubrir a los delincuentes por la forma del cuerpo, y que ¡para gran asombro! provenía de una familia judía. En Argentina, en cambio, durante la última dictadura militar, la barba pasó a constituir una prueba irrefutable de “un ser” comunista, y por lo tanto irrecuperable en los códigos de Videla y compañía. Asimismo, en la Grecia clásica, se entendía a la belleza como indisolublemente unida a lo bueno, se la ponía en un renglón con la verdad, con la armonía, la medida y la proporción que, a su vez, se vinculaban directamente con lo divino, ya que no era posible que los dioses estuvieran fuera de proporción. ¿Y esto qué significa? ¿Que en todas partes se cuecen habas? Puede que sí, pero en el sentido de una confirmación de que la idea de complementariedad entre mente y cuerpo es un fantasma universal sobre el que se monta un antiquísimo anhelo: ¡ser como dioses!
     En nuestros días, esta aspiración también aparece bajo la forma del deporte; la maquinaria de la educación física no cesa de aplanar las diferencias de cuerpos que, víctimas de la musculación, lucen una almidonada uniformidad.
     Pero la gimnasia hace bien -dice alguien desde la última fila.    
     -Sí, hace bien -replico sin desánimo y comprendiendo que ha comenzado la 
      discusión libre o no tanto (soy muy tolerante con las ideas ajenas, en 
      especial cuando coinciden con las mías). Una segunda mano se alza 
      pidiendo la palabra y refuerza la opinión de su compañero: 
     -Cuando hago gimnasia me siento mejor.   
     -De acuerdo, yo también. Pero que la actividad física hace bien no está en cuestión, los buenos resultados son indiscutibles. Sin embargo esto no  viene a probar que el estado del cuerpo guarda una relación directa con el de la mente.  Yendo al terreno culinario sería como pensar (y es lo que generalmente sucede gracias a la trampa de un packaging atractivo, “la Cajita Feliz”) que las hamburguesas de Mc. Donald´s son ricas y saludables y que no podrían estar infectadas de la temible y mortífera bacteria Escherichia Coli.   
     Mens sana in corpore sano. Afirmación rotunda que oculta un enigma. ¿En qué consiste su poder de seducción? En sus palabras hay algo que transmite un destello que fascina, es la correspondencia entre lo corporal y lo espiritual, entre lo psíquico y lo somático. Según esta concepción, el alma está extendida como una lámina amoldada a la superficie del cuerpo, cuya forma será su reflejo y viceversa; por ejemplo, los gordos se emparentan con un yo débil, los de corta estatura son presumidos y los agraciados  –conforme a criterios de belleza clásicos– son virtuosos. Contrariamente, los feos y los deformes -según los mismos criterios- tendrán un alma fea y de ellos únicamente podrá esperarse acciones corruptas e inmorales. 
     Por esta vía, la genética se convierte en una ética del gen, y esto significa un anuncio de buenas noticias, que hay esperanza, que tenemos derecho de albergar la ilusión de hallar un significante único capaz de anular las diferencias, materialización de la escena fantasmática de complementariedad. Uno percibe que es ficticia pero prefiere engañarse, porque en lo recóndito desea que una cosa vaya con la otra sin discordancia, Y si usted se cree capaz de escapar de este autoengaño, intente imaginarse sin dificultad al gato Tom sin Jerry, al Gordo sin el Flaco, o pruebe pedirle al mozo en un restaurant una porción de fresco sin batata.
     Mens sana in corpore sano ¿Por qué la humanidad no objetó una falacia que succiona toda lógica, que va en contra de toda razón? ¿Por qué no se mantuvo el texto tal como fue redactado? ¿Era preciso alterarlo? ¡Ciertamente que sí!  Ante un pasaje que expresaba una verdad difícil de asimilar, la civilización acudió presurosa a poner las cosas en orden, aun a costa de pulverizar el escrito original. Hubo que desviar su sentido para que no provocara malestar. Un caso semejante sucedió con el Complejo de Edipo, que  se inscribió en la cultura como el amor del niño hacia la madre y el odio hacia el padre. Se lo adaptó suprimiendo la ambivalencia de sentimientos tanto del infante, prototipo de Hassliebe, como de sus progenitores. Esta ambivalencia afectiva fue reprimida con el fin de salvar la integridad del amor filial a la madr,e para nuestra civilización occidental y cristiana. Sobre ésta se expide el marqués de Mirabeau -creador de dicho término- en L´ami des hommes ou traité de la civilisation (1756): 
     Si yo preguntara a la mayoría de vosotros  en qué hacéis consistir la civilización, obtendría como respuesta que civilización es depuración de las costumbres, urbanidad, cortesía,y expansión de los conocimientos, de modo que se observen las buenas formas y tengan cabida leyes propias de sus distintos elementos. 
     Cortesía, urbanidad, buenas formas, esto significa buenas formas carentes de ambigüedad, por ellas se adulteró el texto de Juvenal, para esta civilización, la misma que con “excelentes modales” se enajenó creyendo en la relación directa entre la perfección del cuerpo y de la mente, entre belleza física y moral. 
Mens sana in corpore sano. Belleza de mentira para la mentira de la belleza.
*

Algunas preguntas de un trabajo práctico de un colegio alemán en 1935
Determinar las características físicas, que van conjuntamente con las espirituales 
en cada una de las razas.  Cuando observemos monumentos, bustos, esculturas, etc., dar especial atención a la raza de la persona que se refleja y a sus características físicas. Tratar de encajarlas y armonizarlas con las que haya tenido como característica espiritual-racial.
Observar a los judíos. Su manera de andar, su postura, sus gestos y sus movimientos al hablar.
¿Cuáles son aquellas ocupaciones en las que no encontramos a los judíos? Explicar este fenómeno de acuerdo con los principios y el carácter del alma judía.
1 Término que fue traducido por Jaques Lacan como odioenamoramiento pero que no expresa, como sucede en alemán, que el odio es una variedad del amor.

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