La nueva especie ha crecido más allá de
cualquier esperanza editorial, puede tropezarse con ella en estanterías que
antaño solo hubieran tolerado su presencia por un exceso de audacia, por
negligencia o por error.
Cuando digo tropezarse, no significo ni una metáfora
elegante por "encontrar" ni un eufemismo gentil por "dar
con", me refiero a tropezar en el sentido de choque, de traumatismo. Nos
tropezamos en los anaqueles, con un animal que se las trae, uno de los
dinosaurios de nuestra postmodernidad. Infiltrados en secciones como
psicología, religión o filosofía, se los encuentra en drugstores, maxiquioscos,
puestos de diarios y también en supermercados, en los que cohabitan
pacíficamente junto a profilácticos, conservas de sardinas, caramelos y
revistas.
Los libros de autoayuda están
confeccionados de acuerdo a una fórmula que mezcla un compendio simplificado de
psicología con un manual de procedimientos, unión fecunda de la que nació el
estilo de las obras en cuestión. A causa de una circunstancia de salud, una
disfunción sobre la que prefiero no explayarme y que me ocasionó un preocupante
estado de abatimiento, me propuse tomar el toro por las astas, comprar el libro
del Dr. Fishman y autoayudarme.
En la librería husmeo los tomos de
autoayuda. Los hay para todos los gustos: autodieta, autoamor, autoconsuelo,
autosalvación, autorrespeto, autoevaluación, autoestima, autofelicidad,
autobesos, automimos, autoespiritualidad.
Consigno algunos títulos: Los Seis Pilares
de la Autoestima, Los Veinticinco Portales de la Meditación, El Lenguaje de las
Velas, El Libro de la Seguridad, Manual de Prosperidad, Viaje hacia el éxito, Sí,
se puede.
Tomados en conjunto proclaman dos verdades
palmarias: “ayúdate a ti mismo , la autoayuda te ayudará”, y su magno
descubrimiento: “antes que nada y por sobre todo: “primero yo”. Los hojeo y
resumo: nos enseñan que todo puede ser aprendido: a no tener culpa, a ser
independiente, a no dar limosna, a no sabotearse, a no boicotearse, a
descubrirse, a experimentarse plenamente, a ser valorado, cuidado, nutrido.
Ponga la mano sobre este libro de
autoayuda y jure: arreglarse, gratificarse, acariciarse, abrazarse,
masturbarse, decirse que ¡se puede!
¡Sì, juro! Y me comprometo a:
responsabilizarme, a autoafirmarme, a ser adulto, a dejar atrás mis aspectos
infantiles, al niño que hay en mí, a ser operativo, eficaz, eficiente, a
planificar y a preveer. Además reconozco que quiero tener: obra social, seguro
de vida, del auto, de desempleo, contra robo, incendio, terceros, mala praxis,
tarjeta de crédito, tomar cerveza y hacer un culto de mi cuerpo: el bronceado
ha de ser suave, la comida sana, las gaseosas dietéticas, los huevos sin
colesterol, el café descafeinado, no he de fumar, no beber, ni ingerir
alimentos transgénicos.
Procuraré cuidar mi imagen, sonreír,
trabajar, organizarme, vivir la vida, disfrutar, vacacionar en playas soleadas,
no ser cínico, escéptico, irónico,
sonreír, tener buen humor, pareja estable, Internet; hablar inglés,
sincerar mis sentimientos y mis emociones, hacer gimnasia, aerobics, fitness,
natación, complementos, footing, tenis, estudiar angelología, ir a Miami;
prevenir ataques de pánico, no ser obeso, anoréxico, bulímico, apasionarme por
lo light, y comprometerme conmigo, porque “no hay nada más importante que Yo”,
ni los pobres (que siempre los hubo), ni la política, (porque se han muerto las
ideologías), ni los libros (porque este es un mundo de imágenes).
Para finalizar, una paradoja inicial; para
autoayudarme debo acudir a un otro que me explicará cómo hacerlo, por lo que la
autoayuda comienza con una heteroayuda.
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