Al amanecer soñé con haber cometido
un crimen, quizás dos. Recuerdo el temor a la policía que vino a investigar, el
previsible desprestigio, la angustia de la prisión. El alivio sobrevino cuando
le cargaron mis crímenes a otro. Les juro que soy un buen tipo, lo prueba que
ni durante el sueño ni al despertar, tuve siquiera un
atisbo de culpa o remordimiento de conciencia por los asesinatos.
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