Acabo de echarle una hojeada -sólo a eso me
atreví-, a algunas novelas ya leídas del queribilísimo y temible Thomas
Bernhard. El superlativo afectivo es porque Thomas, ha sido siempre un tipo
como la gente además de un escritor fiel a sí mismo, costara lo que costase, y
parece ser que el precio fue muy alto. Por ejemplo, durante su adolescencia se
enfermó de tuberculosis, cuyos efectos se hicieron sentir a largo plazo y que
terminaron por matarlo. Cuenta su internación en Salzburgo en un lugar llamado
“hospital”, en verdad, un moridero o más precisamente un matadero situado en
las bellezas naturales pero no humanas de la turística ciudad en donde se había
criado. También relata cómo durante sus estudios secundarios, una cruz colgada
en el frente del aula fue sustituida por el nazismo por una cruz esvástica. Por
último pero no menos importante, Thomas fue ignorado por las instituciones
oficiales Austria, hipócritas y nazis, que pretendieron ignorarlo hasta que se
vieron obligadas a darle el premio nacional de literatura, acto durante el cual
se quedó dormido, acompañado por su compañero de rutas, el sobrino de
Wittgenstein, bon vivant y especialista
en óperas.
Hasta
aquí el queribilísimo Thomas, ahora veamos por qué temible. Resulta que
Bernhard no sólo es importante por lo que dice sino también por cómo lo dice; y
les aseguro que de su lectura no se sale sin consecuencias, más aún tratándose
de un lector escritor. Su escritura marca a fuego, deja una impronta que es
imposible de eludir, y eso significa que el próximo texto que uno vaya a
escribir, esté influenciado al mil por ciento por su estilo hechizante y
endemoniado. Recuerdo que estando en casa del escritor Juan Martini, este me
mostró su última novela : “Colonia”. Tras leer la primera página le pregunté “¿estuviste leyendo a Bernhard?” El
preocupado rostro del escritor me respondió entre la pregunta y la afirmación
“¿se nota mucho?”
Amigos y colegas escritores, si aún no lo
leyeron no se lo pierdan ¡léanlo!. Si no vieron sus obras de teatro ¡véanlas! También
pueden escucharlo en algunas entrevistas en Youtube, respondiendo con su
característica falta de aliento.
Eso sí, la empresa necesita de lectores
corajudos, pero les doy ánimo con un dicho aplicado a la literatura: “cuando se
copia de uno solo se llama plagio, cuando se copia de muchos se llama
influencia.”
Con
Thomas Bernhard les recomiendo dejarse influir hasta cometer un buen plagio, a
lo sumo los hará escritores más responsables e inspirados.
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