jueves, 7 de septiembre de 2017

Las Tinieblas del Sueño


En su libro Los vasos comunicantes, Andre Breton, entusiasta lector de la obra de Freud, y en particular de La interpretación de los sueños, trae una obra aparecida en1867 y en forma anónima, bajo el título Los sueños y los medios de dirigirlos. Observaciones prácticas. En dicha obra de vanguardia sobre la temática, propuso técnicas para controlar los sueños en un estado que denomina como sueño lúcido

Veamos pues, una pequeña síntesis de este singular personaje. Marie-Jean-Léon Le Coq, barón d'Hervey de Juchereau, marqués de Saint-Denys (París, (1822 - 1892), escritor y sinólogo francés, que nunca visitó la china y precursor de la onirología.. Tradujo textos y cuentos chinos, que arrojaban luz sobre las costumbres orientales. Fue profesor de idioma chino en el Collège de France, comisario del Imperio Chino en la Exposición Universal de París en 1867 y presidió la Académie des inscriptions et belles-lettres. Pionero del estudio de los sueños, llevó un diario de sus sueños desde los 13 años.


     Breton reivindica a su autor, el marqués de Hervey-Saint-Denys, como el único investigador comparable en seriedad investigativa a Freud, aunque más en el territorio de una poética que lleva al durmiente a provocar el razonado “desorden” de sus propios sentidos. En efecto, Breton no incurre en error, puesto que considerando que los sueños son una realización de deseos, Hervey fue el primer hombre en pensar seriamente en la posibilidad de procurarse fuera del mundo real, una serie de satisfacciones oníricas, influyendo con la voluntad consciente sobre el curso del sueño.

     Ahora bien, la posibilidad de dirigir los sueños con la voluntad, implica terminar con el aislamiento de los mundos de la realidad y del sueño entendidos como compartimentos aislados, pero que, en verdad, poseen enlaces que utilizados para disciplinar las fuerzas constitutivas del sueño, de  manera que el elemento afectivo que preside su formación no se encuentre alejado del objeto al que se atribuido un encanto particular en estado de vigilia. Se trata pues, de retener de la vida despierta lo que merece ser retenido. El marqués empleó para ello la succión de una simple raíz de iris que, una vez deslizada entre los labios del durmiente, proporcionaría una aventura tentadora. Por ejemplo, la posibilidad de deslumbrar y conquistar, a la mujer soñada, o de transformar aquellos sueños que ponen a prueba nuestra dignidad. A continuación un fragmento de un paciente del Hervey. “Mi nombre es Heinrich Limenau Kerl von Sülzen y soy teniente de la caballería del imperio austrohúngaro. A mediados de 1898, contando con veinticinco años y aquejado hace meses por espantosos sueños de cobardía de los que me refugiaba en largas noches de insomnio, decidí buscar ayuda profesional. Debido a la naturaleza psíquica de mi problema, creí inconveniente consultar con un médico del ejército en el que llevaba el grado de teniente de caballería, porque eso podía ser un mal antecedente en mi foja de servicios. En mis largas horas de desvelo, la intranquilidad y el nerviosismo me obligaban a voraces comilonas nocturnas, al punto de que a pesar de ser sumamente cuidadoso con mi aspecto, se me insinuó la curvatura de la barriga, asimismo la falta de reposo había agriado mi humor y me dificultaba guardar la debida atención en las guardias de los días subsiguientes. Aunque nadie se había percatado de mi desmejora, temí que de seguir así, mis cambios se harían notar entre mis camaradas y superiores. Sin saber a quién dirigirme, solicité una hora con un tal Dr. Sigmund Freud, médico cuyos cuadernillos se vendían en los puestos de diarios de Viena, y luego en París con el Dr. Charcot. Sin haber tenido éxito con ambos tratamientos, me fue recomendado el Marqués de Hervey. He aquí lo que me explicó sobre su método.Lo llamo “Sueño dirigido”. Cuando se duerme se es muy vulnerable, el individuo queda librado a la arbitrariedad de los sueños. Desde el fondo del tiempo, la humanidad se ha ocupado por entender o interpretar los contenidos de los sueños en la vigilia en vez de aprender a dirigirlos con nuestra voluntad conciente.   

     -Eso no es posible -repliqué- nadie puede saltar por fuera de su sombra.     

     -El objetivo es terminar con la autonomía de ese otro Yo que se manifiesta en representaciones distorsionadas. Cuando usted consiga soñarse como quisiera ser, no como un pusilánime, saldrá de cada sueño con su autoestima vigorosa y reforzada-. Hervey bebió un sorbo de té para aclararse la garganta: -tras largos años de investigación sobre mí mismo he descubierto cómo dirigir los sueños a voluntad; por ejemplo, con mi hallazgo los sueños desacertados pueden rectificarse”. Y la que continúa es la parte más extraordinaria de su comentario: “Sin ir más lejos, yo mismo he querido soñar que un tal Andre Breton, escribirá dentro de unos años estas líneas en un libro dedicado a mi obra: “Si bien, más reconocido como traductor del chino y del tártaro-manchú y profesor titular en el Colegio de Francia, Hervey, un sujeto poco convencional, fue el más grande y original de los autoinvestigadores de su época. De espíritu más contundente que el mismísimo Freud, logró conciliar lo real con lo soñado, formulando los medios necesarios, para disciplinar las desordenadas pulsiones oníricas e influir en el curso de los sueños. En una obra de vanguardia propone controlarlos y describe aquellos en los que el soñador se sabe soñando, en un estado de conciencia conocido como sueño lúcido. Hervey fue un gran idealista que anhelaba proveerse con los ojos bien cerrados, aquellas satisfacciones que lo real le negaba”.

... colóquese esta fñpr entre los labios y se dormirá de un modo completamente natural.

     -¿Qué flor es? -pregunté con leve aprensión

     -Una flor de Iris-. Haciendo alarde de erudición hizo un breve relato: Se cuenta que en la china, al emperador Fu Xi Huang  de la X dinastía, se le había muerto su amada y no conseguía soñar con ella para recuperar la sensación de tenerla de noche con él. Entonces un súbdito le regaló una flor de iris y le pidió que, antes de dormir, se la pusiera en la boca para inducir el sueño y aprovechar sus propiedades somníferas semejantes al narciso, pero con otro poder extraordinario: el soñante podría forzar el cumplimiento de cualquier deseo conciente a través de un sueño. Era evidente que el marqués sabía de lo que hablaba, y si alguna duda restaba terminó de disiparse, así que me di por satisfecho con su respuesta y resuelto a iniciar la prometedora experiencia.

     -Mantenga los ojos cerrados. Respire hondo...         

     Lo último que recuerdo antes de sumirme en un profundo sueño, es la vista de la puerta que daba al negocio y los ojos entornados de Hervey que parecía estar concentrado. Por las cortinas de voile entraba la luz tenue del atardecer que no molestaba. -Comenzaremos con un sueño convencional. Si quiere- me ofreció -puede taparse con estas gasas-. No hace falta -agradecí- y cerré los ojos”.  



Para finalizar, quiero añadir la lectura que los gobiernos progresistas han realizado de esta aproximación al mundo de los sueños, (no desprovistos de consecuencias en el plano de la existencia práctica), una aproximación que los propicia como un instrumentos de placer en desmedro de la acción concreta, degradándolos al rango de una teoría cretinizante para el ser humano, con el fin espurio de apaciguar las ansias y la facultad de una activa rebeldía social      

    

 


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