Thomas Bernhardt, Marcel Proust, Saramago.
Estos tres escritores poseen una pluma tan
personal que fascina y estimula, tanto en la lectura como en la escritura.
Entonces, lo obvio, si usted es lector no se los pierda.
Ahora bien, si además de lector es escritor el
asunto se complica, tenga cuidado. Su endemoniada prosa puede ser temible, es
tan potente que se torna contagiosa, su influencia se hace notar al extremo de
la copia. Por ejemplo, Imre Kertez, premio Nobel de literatura, debió reconocer
públicamente que su libro Kaddish para el
hijo no nacido estuvo fuertemente influido por Bernhardt. En lo personal creo que lo dijo de buena fe,
es tarea difícil no caer bajo el nervio estilístico de Proust o de Saramago, de
los que yo mismo he tardado años en semidespegarme. Me pregunto: ¿Quién no ha intentado construir
a lo Proust una armoniosa frase de una página sin puntos, que solo trate la
apertura de los párpados en las mañanas de su infancia? ¿Cómo no sentirse tentado
con un Saramago a hace valer las comas por puntos, y que pone la siguiente letra
con mayúscula?
Estos
tres autores disponen de un veneno que su lectura inocula y contagia. Pero es
preciso ceder a la tentación, no los deje de lado. ¡Anímese! Al fin y al cabo “si
te copias de uno solo se llama plagio, pero si te copias de muchos le dicen
influencia”.
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