viernes, 4 de noviembre de 2016

LA LITERATURA EL ESCRITOR Y LA VERDAD


Las conveniencias de la verdad



    
La verdad es una virtud esencial, sin embargo tanto en la vida como en la literatura, no todas las verdades pueden decirse o al menos resultan inconvenientes porque superan la ficción y por ende, no son creíbles.

     Hasta fines del siglo XIX, las escuelas literarias se servían para sus novelas, de las aventuras o verdades excepcionales encontradas en la existencia cotidiana. Sin embargo, hay historias reales que se dirían inventadas por algún novelista o dramaturgo delirante, que de contarse, provocarían incredulidad en los lectores y desprestigio entre los escritores por parecer una historia no ocurrida o inventada por un cronista principiante.

     En cuanto atañe a la ficción y aún tratándose de una crónica novelada. El autor ocupa una posición de responsabilidad en los acontecimientos de la narración, sea en posición de testigo o de participante. Su obligación es priorizar el bien de la obra, y deberá considerar seriamente si decir cosas verdaderas pero carecientes de verosimlitud.

Cuando Truman Capote escribió “A sangre fría”, ocultó que necesitaba de la ejecución de los acusados para que su libro tuviera un cariz emocional que lo hiciera más vendible; de saberse que un autor desea la muerte de sus entrevistados, sería un argumento que predispondría mal a un posible lector por su falta de objetividad y por ende de credibilidad. En efecto, Aristóteles decía en su Poética que «hay que preferir lo imposible que es verosímil, pues es verosímil que las cosas ocurran contrariamente a la verosimilitud.» Moraleja: no basta con que algo haya sucedido realmente para que se admita ipso facto en una historia, por ello si parece inverosímil, por ejemplo por la acumulación, por ejemplo, de las coincidencias. Y los sucesos auténticos no dan necesariamente, y de por sí, buenos guiones.




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