martes, 17 de mayo de 2016
Papagayo
Antes de morir, Eugenia -la "doctora Cigüeña", obstetra y abortera de profesión- acusa a su confesor de ser culpable de su muerte. El sacerdote exige para sí un un juuicio imparcial, justo. A Blanche, criada de Eugenia, le corresponderá, en ausencia de su ama, oficiar de juez. La sesión se abre durante el velatorio de Eugenia, en medio de raptos alcohólicos, sandwiches de miga e inesperadas visitas del más allá. Implicados amorosamente en la causa, los padres y abuelos de Euegenia, muertos hace tiempo, se aprestan como testigos a fin de recrear, en versión literaria libérrima y descabellada, el drama cristiano del Juicio del Alma.
Hasta la propia Eugenia se hará presente en este tribunal que oficia entre Cielo e Infierno, entre bufonadas y música de boleros, al ritmo de una escritura tan impía como impecable. Y pro primera vez la doctora Cigüeña toma la palabra y denuncia los andamiajes de su pasión y muerte, en un alegato que no hará sino echar luz sobre una polémica en la cual todos ocupan el banquillo del condenado.
Único en su género, Papagayo saca a la luz la intimidad del oficio interdicto por antonomasia, y va más allá al reconstruir, tras el prontuario de una asesina, la imagen de una mujer conmovida por su destino.
Alegoría farsesca, comedia dramática, diálogo de muertos, parodia tribunalicia, sátira y denuncia social, jalonada por un humor áspero, corrosivo, Papagayo se anuncia como una brillante novela donde resuenan el humor de Swift y las punzantes paradojas de Beckett.
De este careo nadie saldrá eximido. El lector -cómplice inmediato de esta causa- dará su veredicto.
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