sábado, 11 de febrero de 2017

Sobre lo que no es ni aspira a ser


Sobre lo que no es ni aspira a ser



LOS EFECTOS DE RELEER A

“Era un libro muy difícil de escribir. No había plan posible para expresar la amplitud de la desdicha, porque ya no había nada de los elementos visibles que la habían provocado. Sólo existía el Hambre y el Dolor.”





Cuando leí estas líneas del libro Escribir de Marguerite Duras, me vino el siguiente pensamiento “Puedo, sin dificultad, representarme el apetito, por ejemplo el apetito de cerezas que sin tardanza, me trae las imágenes de unas sabrosas cerezas, pero en cuanto intento representarme el Hambre (no a los hambrientos), me quedo con la sola palabra o con la mera y desagradable sensación. Acaso algo semejante suceda con el Dolor. No hay representación del Dolor.



M. Duras describe la agonía y muerte de una mosca atrapada en el cemento húmedo de una pared, frente a la que se posiciona como una espectadora cercana; la observa morir durante diez a quince minutos hasta que, ante la conciencia de la muerte que recorre a ambas, se dice “voy a volverme loca” y decide alejarse de allí. 

             

Dejo a M. Duras. Resulta que unas semanas atrás, mientras paseaba por mi barrio, me tocó ver a un muerto en la calle. Miré ese cuerpo anónimo, sin movimiento: desprendía algo incomprensible, irrepresentable y ajeno. El pavimento me resultaba mucho más familiar el cadáver que yacía sobre él, y que desnudaba lo irrepresentable, el incomunicable desposeimiento de lo que no es ni aspira a ser.  



Ahora bien, también hay algo de irrepresentable en nuestros mal llamados semejantes, que nos produce una sensación de ajenidad, pues la única, ineludible e impuenteable semejanza que compartimos con los demás, es  precisamente aquello que en los otros se nos presenta como inaccesible. 

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