jueves, 12 de enero de 2017

¡Pate Satán!



Todo comenzó una noche de primavera. Yo tenía doce años y recuerdo que en aquella época no congeniábamos con mamá que me había prohibido ir a bailar con mis amigos; enojada le hablé de mal modo, ella me replicó: “no te portes mal si no la bruja te va a castigar”. Como siempre me repetía lo mismo y ninguna escoba voladora había atravesado mi cuarto, le había dejado de creer, por eso le desobedecí y me escapé. Al cruzar un callejón oscuro próximo salón de baile, sentí la fuerza de una garra que desde atrás me tomaba de un hombro, giré la cabeza y sin dificultad a pesar de la falta de luz, distinguí la silueta aterrante de una bruja. Por un momento imaginé a mi madre disfrazada con fin de darme una lección, pero al distinguir su boca sin dientes y tras oír su risa maléfica, me convencí de lo contrario. Gracias a un coraje repentino que debe haber provenido de mi desesperación, con un movimiento brusco de mi brazo la despojé del bonete negro que llevaba sobre su cabeza. Mejor no lo hubiera hecho, pues debajo de él en vez de aparecer el cabello pajizo propio de los demonios y de las hechiceras, descubrí lo que hubiera preferido que permanezca oculto a mi mirada. La parte superior de su cráneo faltaba, y en su lugar se hizo ver el horror bajo la forma de un abismo de tal magnitud que su fondo era imposible de divisar. Pude observar, no sin dificultad, la extraña presencia de letras que flotaban desordenadamente amenazando con el caos. No sé cómo, quizás llevada por la esperanza de una salvación posible pude componer una palabra con ellas: ¡Pate Satán! Al mismo tiempo escuché una voz gutural, cavernosa, que inspiraba espanto al decir un lema que me ha hecho dudar de mis convicciones por el resto de mi vida, “las brujas no existen pero que las hay, las hay. ”

     Hoy desde la impunidad de quien ya no tiene nada que perder, aconsejo al que lea estas líneas que, si una noche cualquiera escuchara un eco hecho de pura sombra o golpes desde el fondo de un callejón anónimo, piense que éste será el modo de mi aparición, de mi imposibilidad de morir, de mi mística conversión al mal.

     ¡Pate Satán!

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