lunes, 2 de enero de 2017

El duelo duele, El caso ANA O

                              BABA TI MBI A KUI



     Sentimos muy bien que nuestra sabiduría comienza allí donde la del autor termina, y quisiéramos que él nos diera las respuestas, cuando todo lo que puede hacer es proporcionarnos los deseos de conocerlas                                                                             
                                                                          Marcel Proust


     El caso de Ana O puede examinarse desde diferentes perspectivas, por ejemplo como un tema de psicopatología o un relato romántico. Ninguna sería desacertada. Yo me limitaré a formular algunas consideraciones respecto de determinados elementos que el lenguaje nos aporta.

RESUMEN DE HISTORIA

     En torno de la enfermedad y posterior muerte de su padre, la paciente apodada Ana O por su médico, Joseph Breuer, consulta a éste por un cuadro de tos, anorexia, estrabismo, parálisis y contracturas musculares, síntomas, claramente compatibles con histeria. Su médico nos cuenta que se trata de una joven de buen nivel económico-social, inteligencia sobresaliente, dotes poéticas y fantasía, gobernadas por un entendimiento tajante y crítico. Un problema, sin embargo, complica el diagnóstico. Además de los síntomas mencionados, Ana presenta una importante y extraña alteración: una “grave desorganización funcional del lenguaje”, que desconcierta al facultativo y a quienes ocasionalmente son llamados en consulta, entre ellos al renombrado Kraft Ebbing. Aquí una apretada síntesis del relato de Joseph Breuer respecto de los síntomas que atañen al lenguaje:

1) Se atascaba en mitad de lo que iba diciendo, repetía las últimas palabras y
      tras breve lapso retomaba el hilo.
2)  Repetía el infinitivo: «Martirizar, martirizar» al despertar de la siesta.
3)  Aparece una desorganización funcional del lenguaje: le faltaban palabras y
     poco a poco  su lenguaje perdió toda gramática, la sintaxis, la conjugación  
     de los  verbos: “Construía las oraciones con un infinitivo creado a partir de
      formas débiles del participio y el pretérito, sin artículo”.
4) Falta casi completa de las palabras que rebusca y sustituye trabajosamente
     entre cinco lenguas hasta lograr expresarse en un dialecto.
5)  Intentos de escribir en dicho dialecto (hasta que la contractura se lo impide)
6)  Mutismo. Por dos semanas no consigue proferir sonido alguno.
7)  Afasia en mejoría. Sólo habla en inglés, al parecer sin saber que lo hace,
     pero entiende el alemán.
8)  No puede hablar o mezcla entre sí los más diversos idiomas, cuando se
     intensifica la angustia.
9) Habla en francés o italiano en sus horas mejores. No recuerda haber  
      hablado en inglés.
    Muerte del padre de la paciente
                                                                                                              
10)  Sólo habla en inglés, no entiende el alemán pero lee en francés e italiano,
       puede traducir del francés e italiano al inglés.
11) Vuelve a escribir sólo en letras de imprenta del tipo «Antigua», según   
      el modelo de un libro de Shakespeare.
12) «Alucinación negativa». No registra la presencia del Dr. Krafft Ebbing
       llamado en consulta.
13) Repite la palabra “martirizar, martirizar” al salir del sopor diurno.
14) Primero repite alguna palabra que escucha en el entorno y luego relata
       historias con esa base.
15) Ante  la visualización de serpientes quiso rezar, pero no pudo hablar en
      ninguna lengua hasta que dio con un verso infantil en inglés y entonces
      pudo orar en esa lengua; inmediatamente después habló en alemán y  
      quedó libre de las incontables perturbaciones a que antes estuviera
      expuesta. 
           En referencia al último punto, resulta necesario dejar en claro que el
      protagonismo de  las historias que noche a noche Ana O inventa para
      Breuer, no se debe únicamente a su contenido sino a los diversos
      idiomas que ella eligió para contarlas. Queda agregar una serie de
      síntomas de orden general tales como somnolencia, alucinaciones, 
       excitación, irritabilidad, alteraciones de la visión.
                                                      LA MEDICACIÓN
     El primer tema que abordaremos es muy delicado pues atañe a la ética de Joseph Breuer. Años después de elaborado su informe sobre Ana O, publicado en  Estudios sobre la histeria en colaboración con Freud, se descubrió sin lugar a dudas ciertas inexactitudes debidas a omisiones en el relato. Son tres.  La primera, la más conocida, se refiere a la transferencia amorosa entre Breuer y su paciente: exponerla hubiese tenido un costo profesional y familiar insoportable para quien era el clínico más prestigioso de Viena. La segunda se refiere al resultado del tratamiento. Se comprende que no le sería conveniente anunciar un fracaso; lo cierto es que a pesar de presentarla liberada de síntomas patológicos, en verdad, en los años siguientes Ana O fue vuelta a internar en un sanatorio psiquiátrico. La tercera omisión nos interesa particularmente por la estrecha relación que tiene con las alteraciones del lenguaje, en las que centramos nuestra atención. Resulta que por la reiterada administración de hidrato de cloral como sedante y por la de morfina como analgésico, para el dolor ocasionado por una neuralgia facial que la paciente sobrellevó y que Breuer no integró en los síntomas posibles de ser suprimidos por abreacción, Ana desarrolló una adicción hacia ambas sustancias químicas.
Me pregunto entonces si el cloral y la morfina pudieron haberle provocado o colaborado a ocasionar una alteración del lenguaje y algunos síntomas de orden general. 

     HIDRATO DE CLORAL

     Es uno de los primeros tranquilizantes, pertenece al grupo de medicamentos llamados sedantes e hipnóticos. en combinación con analgésicos se ha usado  para controlar procesos dolorosos, para el insomnio o como relajante muscular.
Entre los posibles efectos secundarios están: Confusión, alucinaciones, excitación, irritabilidad extrema o agitación inusual, pesadillas, hablar arrastrando las palabras, cansancio o debilidad inusual, somnolencia.
     MORFINA
     Origen.  
     Es un alcaloide obtenido del opio. Se llama morfina en honor al mítico Morfeo, dios del sueño.  Anotemos los principales efectos secundarios del Hidrato de cloral y la morfina.
     La morfina, además de una larguísima serie de efectos secundarios, ocasiona miosis (disminución del tamaño de la pupila) y consecuentemente, alteraciones de la visión. Asimismo provoca sensación de Euforia.
     No incluyo aquí la semiología del síndrome de abstinencia de estas drogas, sólo diré que  también es tan extenso que prácticamente no deja ningún sistema orgánico intacto, sea el aparato cardiovascular, el respiratorio o el sistema nervioso central.   


                                                  LA AUTOTRADUCCIÓN
     Gracias a una infidencia de Ernest Jones que despertó la ira de la paciente de Breuer, sabemos que el verdadero nombre de Ana O era Berta Pappenheim, también que tuvo una vida sumamente activa por su conocida militancia feminista y por promover los derechos de la mujer y de los niños ¬fue la primera asistente social en Alemania¬, siendo además escritora y traductora de textos. En 1888, a los veintinueve años y a seis de finalizar el tratamiento con Breuer, publica su primer libro, Cuentos cortos para niños. Le sigue In der Trodelbude (En lo del vendedor de antigüedades), siempre bajo un seudónimo masculino: Paul Berthol. En 1900 se edita El trabajo de Sísifo, un conjunto de cartas de viaje. The Jewish Problem in Galitzia la incluye en la extensa lista de autores que han frecuentado dos y en ocasiones hasta tres idiomas para expresarse: Joseph Conrad, Paul Celan, Jorge Semprún, Primo Levi, Isaac Singer son sólo algunos de ellos. Comienza su labor como traductora. Traduce del inglés al alemán Reivindicación del derecho de las mujeres de Mary Wellstonecraft (esposa del poeta Percy Shelley y madre de Mary Shelley, la autora de Frankenstein), y también traduce del yiddish Memorias de una antepasada suya, Gluckel de Hameln, y del hebreo al alemán Cuentos y leyendas del Talmud y del Midrash. Asimismo tradujo al inglés el concepto de cura catártica talking cure y a su estado de somnolencia vespertina lo llamó clouds. Bautizó al método terapéutico con el muy acertado término de talking cure (cura por la palabra) y con otro más humorístico pero no menos adecuado: chimney sweeping. 
     La familia de Ana era judía,  lo que en su hogar se hablaba el yiddish. Esto hace que fuese bilingüe; poseía dos lenguas maternas: alemán e yiddish. Posteriormente aprendió inglés de la gobernanta de la casa familia y de su hermana Henrietta, quien de pequeña le entonaba canciones en ese mismo idioma, y descubrió el francés y el italiano en el colegio secundario, que era católico, detalle sobre el que volveremos más tarde. ¿De qué modo formarían parte de su historia esas lenguas?
     Cuesta pensar que algunos años de instrucción de inglés y francés en un colegio católico, hayan sido suficientes para que domine a fondo dichas lenguas. Por tal razón podemos deducir que al hablar con Breuer en inglés -y con mayor razón aún al hacerlo en francés e italiano-, Ana O estaba obligada a un proceso de traducción desde el yiddish o el alemán. Me pregunto: ¿qué propósito la guiaría para no hablar en alguna de sus lenguas maternas, acaso para atenuar las emociones que provoca el original, al no tomar enteramente contacto con su decir?  Es cierto que por excepción hay traducciones que superan al original, no obstante resta evaluar qué parte de uno mismo queda en el camino en esa diferencia. Me viene a la memoria Cortázar: “La literatura es un ejercicio de resta”. Nada más acertado. Esa resta debería sumar belleza a la función de la palabra o a la palabra misma. ¿La traducción puede lograrlo? Dicho de otro modo, ¿cuál podría ser la ventaja de hablar a través de una traducción además de establecer una distancia afectiva con el propio decir?
     El escritor Vassilis Alexakis, nacido en Grecia y que reside en Francia, comenta la traducción que el hizo de sus propias obras del griego al francés:
a) “Al releerme a través de otra lengua, veo mejor mis puntos débiles, los corrijo, lo que explica que prefiera ser leído en traducción más que en la versión original.
b) El escribir sin buscar expresarse, sin pensar en sí mismo, reuniendo palabras sin razón, descansa la mente, le da ligereza a la pluma y vuelve la mano más audaz, ya que uno se siente también liberado del miedo detestable de cometer errores.
c) “Cuando uno se traduce a sí mismo de otra lengua, percibe torpezas, cosas superfluas, y va mejorando el libro...”
     El autor Isaac Singer, (Premio Nobel 1978) de origen polaco, que escribía y publicaba en Yiddish y autotraducía sus novelas, hablaba de un “segundo original”. Esto llevó a una discusión sobre la cuestión de dónde ubicar al verdadero Singer, si en el idioma original con más finezas o bien en la versión americana más simple y directa.  Esta controversia nos trae un interrogante: ¿De qué modo habitaba Ana O en cada una de las lenguas con que se dirigía a Breuer?
     En el extremo opuesto está Rabindranath Tagore (Premio Nobel 1913), quien manifestó arrepentimiento por haber traducido sus propias obras: Tagore parece ser uno de los escasos autores que se han arrepentido de haber traducido su obra a otro idioma “por haber falsificado mis propias monedas”,  “Estoy convencido que le he hecho una grave injusticia a mi propio trabajo”

                                    LENGUAJE Y RELIGIÓN  (EL YIDDISH)

     Suele suceder que lo no dicho aporte más y mejores pistas que lo que ha sido puesto en palabras, por ello examinaré un aspecto concerniente a las lenguas maternas de Ana O que en el texto original de Breuer no está explicitado.
     Se entiende por lengua materna al primer idioma que se aprende, fundamentalmente durante los años de la infancia y niñez, por lo general a través de la familia y el entorno inmediato. Se denomina segunda lengua a cualquier idioma aprendido después de haber adquirido la lengua materna.
Como dijimos -Ana O era bilingüe, poseía dos lenguas maternas -alemán e yiddissh-, posteriormente descubrió el francés y el italiano en el colegio secundario católico. Ahora bien, surge la pregunta de por qué nunca usó con Breuer el yiddish, idioma que éste dominaba a la perfección ya que provenía de una reconocida familia judía de Viena, tanto así que su padre, Leopold, era autoridad en materia de judaísmo y había redactado un manual de instrucción religiosa, que se usó mucho tiempo en las escuelas judías de la ciudad.
     ¿No hablar en yiddish pudo haber sido una reacción en contra de su colectividad? ¿Había motivos? Puede que sí.
     En Austria, Ana vivía en un clima de opresión por el fuerte sometimiento social de las mujeres, sumado a la discriminación que sufría la colectividad judía. También se hace necesario señalar que la misma colectividad impedía una buena educación para las niñas judías, al punto de que ni siquiera había un colegio secundario para ellas. Este fue el motivo por el que Ana O concurrió a un colegio católico, en donde aprendió francés e italiano. El yiddish estaba mal visto, era un idioma oprimido, reducido a la categoría de dialecto por el alemán. Los niños yiddish hablantes estaban semiexcluidos de la educación estatal. Su bilingüismo en vez de ser apreciado como una capacidad que traía una cultura, era considerado una vergüenza que podía conducir a una autonegación cultural, de lo cual hay numerosos ejemplos. Dicho de otro modo, se desarrollaba un proceso que técnicamente se denomina glotofagia, la aniquilación de una lengua por otra, en este caso de parte del alemán respecto del yiddish.
     Es pues, dentro de ese contexto que Ana O se resuelve a no hablar en yiddish con Breuer, quien omite mencionar este hecho ni se refiere a la situación de Ana respecto de su religión. Algunas preguntas se imponen. ¿Podría sostenerse que lucha en contra del sometimiento religioso? ¿Va en pos de conquistar su libertad?  ¿Sus palabras son su Proclamación de Independencia?
     Ana construye un texto para hacerse entender o para entenderse, busca las mejores palabras disponibles en su acervo multilingüístico, en lugar de decidirse por una sola lengua. Viene al caso una pregunta más. ¿Acaso es obligatorio elegir una única lengua?
                                                 Preguntas por la libertad

     La respuesta llega en modo de una pregunta ¿De no hacerlo, se corre el riesgo de provocar al mundillo de los diagnósticos neurológicos, psiquiátricos que rápidamente se dispondrán a poner las cosas en su lugar: anemia, psicastenia, afasia, parafasia, delirio, grave perturbación del lenguaje? Es extraño. Apenas alguien se permite trastocar cierto ordenamiento de las palabras, le caen encima los guardianes del sano discurso y los del discurso sano. 
     Otra pregunta: ¿En qué lugar del mundo sucedió esto en su máxima expresión? ¿No fue en países de habla alemana, ahí nomás, en Alemania, o en Austria, terruño de Ana O, en la simpática querible y temible Viena que además de a Freud y valses también hizo nacer a alguien que llevó a su clímax ese discurso, alguien que supo diagnosticar a los dementes, a los enfermos neurológicos, a los enfermos de comunismo, a los enfermos de judaísmo, a un montón de degenerrados a los que administró, no trimetilamina, sino otra solución, una solución no sexual, un discurso que no por usado anteriormente ha sido menos eficaz, un discurso que excluye el inconsciente, el discurso de la muerte?
     Insisto. Nadie se preocupa cuando un músico cambia de registro o de clave o utiliza los más diversos instrumentos, los diagnósticos reposan. Pero cuando se trata de alterar lo previsible de la música de las palabras. ¡Alto ahí! Las fieras se movilizan, hambrientas de inagotable voracidad de más diagnósticos. ¡Y hay tantos que son una vasta colección! ¡Y quedan tantos por inventar! Uno solicita piedad, y con suerte obtiene un diagnóstico de “Psicosis”, eso es inevitable, pero con atenuantes: “Histérica”, “Psicosis histérica, Locura histérica”. Por ahí va la cosa.
     Es el precio por servirse de las lenguas con menos restricciones, se llama “Grave desorganización funcional del lenguaje” No se trataría, por lo tanto, de un poetiza o de un sujeto sensible a la palabra y de una gran necesidad expresiva, sino de un sujeto con daño cerebral (afasia) o enfermo de la psiquis (loco). Recordemos que Breuer comenta que ella habla un dialecto. He escuchado decir que no se es verdaderamente escritor si en algún momento uno no ha querido inventar un idioma propio. Lo menciono porque Ana O, al decir de Breuer, hizo un dialecto del alemán y posteriormente siendo adulta se hizo traductora y escritora.
     Y va una joya de las de colección que pertenece al nuevo no tan nuevo vocabulario médico, para referirse a alguien que está en problemas ahora se dice: “Sos un psiquiátrico”. El próximo paso (que ya fue dado) ha sido completar la idea: “Sos un patológico”. En ambos casos lo psiquiátrico y lo patológico no son atributos, no están inmersos en lo temporal -en el estar- sino que quedan por fuera del tiempo, le pertenecen al ser. ¡Eso sos!
     Y para continuar un poco más con la “Grave desorganización funcional del lenguaje”; cuando Ana O no registra la presencia de Dr. Krafft Ebbing llamado en consulta por Breuer. ¿Qué diagnostica Breuer? Alucinación negativa. Esto me trae a la memoria el libro Música, de Mishima. Cuenta la historia de un psicoanalista en la Tokio de los años sesenta que recibe en primera entrevista a Reiko, una joven y bella mujer. Preguntada por el motivo de la consulta, afirma “no escuchar la música”. Por ejemplo al encender la radio puede percibir los diálogos pero no música. El médico piensa en alucinación negativa. En la segunda sesión, sin embargo, la paciente comenta lo siguiente:  “Se acuerda de cuando le conté que no podía oír la música? Pues aquello fue una mentira. No crea que intenté ponerle a  prueba con mis afirmaciones. No era mi intención engañarle, pero simplemente me sentí incapaz de comunicarle que no sentía nada. Aquella expresión me sirvió de metáfora para ver si usted podía interpretar, a partir de ella, lo que a mí me sucede y que pretendía ocultar en parte a través de aquel pequeño juego verbal. Usted no adivinó nada; perdone que se lo exprese en estos términos, pero su persona apareció ante mí como ingenua y cándida a pesar de su seriedad. Ya sé que no está bien burlarse del médico...” 
     El aspecto que quiero destacar es que el objeto de la supuesta alucinación negativa en este caso recae sobre sonidos musicales. ¿Podría hacerse extensivo este diagnóstico al idioma alemán cuando Ana O se niega a hablarlo y a entenderlo? Vale decir que el objeto sobre el cual recaería la alucinación negativa sería el idioma alemán. Me tienta responder a esta pregunta con una nueva pregunta: ¿No será posible que como en el caso de Mishima, no se trate de una de una alucinación sino de una metáfora? En caso afirmativo. ¿Metáfora de qué?   
     Ana habla en el inglés, francés e italiano, tres idiomas extranjeros. ¿Se vuelve extranjera temporalmente respecto de su lengua materna? ¿Intenta habitar esas lenguas para adquirir una nueva identidad? ¿Pretende negar su lengua materna? ¿Aniquilarla? ¿Por qué hacerlo? ¿Qué relación la unía al alemán? Atinadamente dice Vassiliakis: “No puedo amar una lengua que me impone el silencio”. Añado yo: ¡Sí! puedo amarla a condición de también odiarla -Hassliebe- más fuerte que el amor, más perdurable que el odio, cerca de la potencia del hastío.
     ¿Quiso desterrarse del alemán negándose a hablarlo o entenderlo? ¿Así considerado sería una acción política? En relación a ello recuerdo que Arthur Miller; en su obra Cristales Rotos ve en la parálisis conversiva de una mujer, la representación de la inacción de Alemania durante el Holocausto.  
     Puede también recurrirse a una perspectiva diferente para efectuar más preguntas. Ana contaba historias en lenguas extranjeras. ¿Qué historias le habrán contado a su vez esas lenguas? ¿Qué hay en alemán que le hizo dar un rodeo a través de Ana O para autoeliminarse? Con similar lógica ¿qué hay en el francés, el inglés o en el italiano que la favorecía para crear relatos ficticios?
     En conexión con esto y en relación al espinoso tema de por qué Ana O comienza a hablar en un alemán que paulatinamente va haciéndose más y más primitivo por la falta de gramática, las oraciones en infinitivo o la ausencia de artículos; pregunto: ¿Recordar, recorrer, ligar significantes que provienen incluso de un más allá de sus progenitores, a través de las generaciones, primitivos islotes de idioma posteriormente evolucionados? ¿Sería un modo de evocar algo de lo que pudo haber oído de muy pequeña? ¿Este alemán rudimentario, vuelto atrás a  un tiempo remoto, próximo a su origen, proveería a Ana de una raíz de mayor firmeza?

                                                
                                                     La Muerte del padre

     ¿Ana acude a tantas lenguas para intentar decir lo indecible? ¿De ser así, se trata de la muerte de su padre? ¿Formarían estas lenguas parte del duelo respecto de su padre?  ¿Es que el idioma alemán favorecía su duelo?  ¿Son válidos estos interrogantes también para el yiddish?
     Cuando ella comenzaba a pronunciar modos originarios de la lengua, a quien la escuchara habría de parecerle que poco quedaba del alemán actual, del modo como lo hablaba semejarían los escombros de un viejo idioma derruido por acción de una enfermedad.  Un idioma arruinado o, quizás, las ruinas de un idioma, aquello que permanece de un tiempo anterior, un testimonio que deja ver la ascendencia, la prehistoria.
       Llegado a este punto, quiero contar algo de mi vida personal que se relaciona con las preguntas que nos estamos formulando. Los pongo en antecedentes. Provengo de una familia germanoparlante, mi padre nacido en Viena y mi madre en Alemania, ambos exiliados en la preguerra de sus respectivos países, poco antes del comienzo de la Segunda  Guerra Mundial. Sucede que a la mañana siguiente de la muerte de mamá, yendo a desayunar a un bar, de improviso me sobrevino el fuerte impulso de comprar el diario alemán, Argentinisches Tageblatt, que habitualmente se leía en mi hogar. Unos años después al fallecer mi padre, me sucedió exactamente lo mismo.  Alrededor de esta época decidí enseñarle alemán mi pequeño hijo, y ocurrió además que la literatura y lingüística alemana empezase a cobrar una inusitada importancia en mi vida. Buscando una interpretación de estos hechos, por unos cuantos años estuve convencido de que todo esto se debía a mis ansias de sobrevivir, de establecer una continuidad histórica a través de la lengua. Actualmente, sin embargo, creo que también puede haber otra razón, que todo este repentino surgimiento del idioma tenga que ver con una elaboración del duelo de esas muertes en una de mis lenguas maternas.
     En cuanto a la relación entre el trabajo de duelo y las lenguas en que se realiza, hay quien piensa de manera diametralmente opuesta.  El escritor de origen griego Vassilis Alexaquis -quien como ya mencioné vive en París y autotraduce sus obras del francés al griego y viceversa-, en su novela Las Palabras Extranjeras, plantea el interrogante de si resulta posible realizar el trabajo de duelo en un idioma desconocido. Como la lengua propia le trae recuerdos, emociones, fragancias del pasado, demasiado dolorosas como para atreverse a hacer el duelo en su propia lengua, procura aproximarse a dicho acontecimiento de un modo tolerable a su sensibilidad. Cuenta la historia, en buena parte autobiográfica, de un sujeto a quien luego del fallecimiento del padre se le ocurre aprender un idioma nuevo que casi no tiene relación con su historia. Se decide por el sango, lengua que se habla en la República Centroafricana. Una de las primeras frases que aprende es baba ti mbi a kui  (Papá ha muerto). El libro finaliza con esta misma frase y alguna más como Mama na baba ti mbi a gue yekeyeke na wuruwuru pepe. (Mi madre y mi padre han partido muy dulcemente.)
     Ahora volvamos a Ana O. Sabemos que comienza con las “graves alteraciones funcionales del lenguaje” en torno de la muerte de su padre.  ¿Qué intenta decir en estos idiomas que no puede decir en alemán? Mi padre ha muerto. Mein Vater est gestorben. Mon père est morte. My father is dead. Il mio padre e morto.     

                                                      El Amor

      Si recién mencionamos la posibilidad de utilizar una lengua aprendida para hablar de la muerte del padre, pregunto qué le ofrecen el inglés, el italiano y el francés de diferente que el alemán o el  yiddish para seducir a Breuer.
Asimismo, examinaremos si tomar distancia afectiva a través de diversas lenguas aprendidas le facilitaba a Ana O vehiculizar su amor por Breuer.     
     Cuando los niños juegan, hablan con sus juguetes y también con sus peluches, mantienen conversaciones sumamente entretenidas. ¿En qué idioma lo hacen? Me animo a una respuesta. Es un lenguaje secreto, privado, los únicos capaces de entenderlos son los propios participantes: el niño y su peluche. Hay otra ocasión privilegiada en que el niño, ya adulto, volverá a recurrir a los beneficios de un lenguaje privado: es el que establecerá con su pareja al enamorarse. Un eco de aquella creencia infantil retornará cuando sucumba a la ilusión de  entender o de ser entendido por su partenaire. Las palabras no tendrán el mismo valor que el acostumbrado, portarán nuevos significados y emociones que ambos, en deliciosa complicidad, creerán comprender. 
     En cuanto a lo erótico, es aquello que incluye de modo privilegiado la seducción, que desliza de manera oculta un mundo de significados y emociones. El lenguaje empleado varía de una pareja a otra, los significados quedan enmascarados por palabras distintas. Es notorio que las palabras suelen excitar, seducir, viene entonces otra pregunta ¿Es más seductora la música del francés, inglés o  italiano que la de lengua alemana? En un reportaje, la escritora sueca Brina Svit dice: “Un día el diario Le Monde me propuso escribir un cuento en francés. Y descubrí que esta lengua aportaba algo nuevo a mi prosa y al mismo tiempo me emancipaba”.
Ana administra sabiamente los idiomas ¿Con su capacidad de seducción ampliada por la incorporación de nuevas lenguas se propone la conquista de Breuer? ¿Quiere establecer con él un lenguaje secreto? ¿Pretende lograrlo empleando lenguas extranjeras? ¿La situación de amor transferencial le resulta propicia para hacer suyas esas lenguas? ¿Desea ocultarse en ellas, asegurar el malentendido? ¿Jugar a las escondidas?
     Cuento hasta diez: one, two, three, quattro, cinque, six, sieben, huit, neuf, dix.
¿Ana, en dónde estás?
aujourd'hui, dans le français
Ana où es- tu?
Oggi sono in italiano
Ana, dove sei?
I´m here
¿Ana, wo bist du?
     Se me objetará que, en este diálogo, Breuer habla en francés, siendo
su lengua el alemán. Respondo: Si bien distintos autores mencionaron el Babel de Ana O no se han detenido en el Babel de Breuer, quien mencionó la condición segunda como condition seconde en francés en nueve ocasiones. ¿Implica esto un encuentro en el fantasma?
Aquí un poema de Ana O:
No conocí el amor,
Así que vivo como las plantas,
En el sótano, sin luz.
No conocí el amor,
Así que sueno como un violín
Con una cuerda rota.
No conocí el amor,
Así que me sumerjo en el trabajo
Y, casta, vivo para el deber.
No conocí el amor,
Así que me gusta pensar en la muerte
como en un rostro amigo. 
Por lo que sabemos del recorrido posterior de su vida y por su declaración de “no haber conocido el amor”. ¿Es posible que el verdadero amor de Ana O hayan sido las lenguas y no Breuer?   

                                                      LAS NECROLÓGICAS

     Unos años antes de morir, dos para ser exacto, Bertha Pappenheim escribió cinco necrológicas distintas para el día de su muerte. Estas necrológicas además de constituir una rareza demuestran por si mismas su dificultad en arraigarse una sola de estas identidades o aristas de su identidad.   
     Para el Noticias de la familia, escribió:
     Era una mujer que luchó por décadas, obcecadamente, por sus ideas. Pero lo hizo de un modo y con un sentido que trataba de anticipar desarrollos que no eran del gusto de todo el mundo. ¡Qué pena!".
     Para el Israelit, una publicación judía ortodoxa, escribió:
     Era, por descendencia y entrenamiento, una mujer ortodoxa. Se creía separada de sus raíces bviamente bajo la influencia feminista revolucionaria. A menudo era hostil, pero no desafió sus orígenes. Con esa ascendencia debiera haber hecho más por la ortodoxia -recordemos que su padre fue el fundador del Schiffschul de Viena. ¡Qué pena!
     Para el diario C.B., una publicación germana o judía patriótica, escribió:
     Una mujer verdaderamente dotada, debido tanto a la esencia judía como a la civilización germánica; sin embargo, permaneció fuera de nuestras filas porque rechazó severamente las ideas que no le gustaban. ¡Qué pena!
La cuarta necrológica la escribió para La Revista Judía, una publicación sionista:
     Una vieja y activa enemiga de nuestro movimiento, aunque nadie puede negar que tenía conciencia judía y fuerza. Se creía germana, pero era una asimilada. ¡Qué pena!
     Finalmente, escribió para el Blätter des Jüdischen Frauenbundes, Diario de la Liga de Mujeres Judías:
     En 1904 fundó una Federación para Mujeres Judías -su importancia no ha sido aún plenamente comprendida. Los judíos del mundo entero -hombres y mujeres- le deben su agradecimiento por este logro social. Pero lo negaron.       ¡Qué pena!

                       

BIBLIOGRAFÍA

              
Sigmund Freud: Estudios sobre la histeria.
                          Cinco Conferencias sobre psicoanálisis.
                          Carta de Freud a Stephan Zweig.
Lacan: Seminario XI
John Forrester: Las mujeres de Freud
Enzo Traverso: Los Judíos y Alemania.
Georg Steiner: Después de Babel.
                         Las Lenguas de Eros.
Alexakis Vassiliakis: Las Palabras Extranjeras.
Roberto Gebert: Cuando digo nosotros.
Marcel Proust: Sobre la lectura.
Arthur Miller: Cristales rotos.
Litter: Farmacología.
Mishima: Música.
L´ Enciyclopedie Medico-chirurgicale: Valeur sémiologique et diagnostique des  
                                                             troubles du langage.
Christian Liedke: Heinrich Heine.
Julio César Santoyo: Autotraducciones. Una Perspectiva Histórica.

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