martes, 21 de junio de 2016

Mi lectura de Thomas Bernhard



Acabo de echarle una hojeada -sólo a eso me atreví-, a algunas novelas ya leídas del queribilísimo y temible Thomas Bernhard. El superlativo afectivo es porque Thomas, ha sido siempre un tipo como la gente además de un escritor fiel a sí mismo, costara lo que costase, y parece ser que el precio fue muy alto. Por ejemplo, durante su adolescencia se enfermó de tuberculosis, cuyos efectos se hicieron sentir a largo plazo y que terminaron por matarlo. Cuenta su internación en Salzburgo en un lugar llamado “hospital”, en verdad, un moridero o más precisamente un matadero situado en las bellezas naturales pero no humanas de la turística ciudad en donde se había criado. También relata cómo durante sus estudios secundarios, una cruz colgada en el frente del aula fue sustituida por el nazismo por una cruz esvástica. Por último pero no menos importante, Thomas fue ignorado por las instituciones oficiales Austria, hipócritas y nazis, que pretendieron ignorarlo hasta que se vieron obligadas a darle el premio nacional de literatura, acto durante el cual se quedó dormido, acompañado por su compañero de rutas, el sobrino de Wittgenstein, bon vivant y especialista en óperas.
     Hasta aquí el queribilísimo Thomas, ahora veamos por qué temible. Resulta que Bernhard no sólo es importante por lo que dice sino también por cómo lo dice; y les aseguro que de su lectura no se sale sin consecuencias, más aún tratándose de un lector escritor. Su escritura marca a fuego, deja una impronta que es imposible de eludir, y eso significa que el próximo texto que uno vaya a escribir, esté influenciado al mil por ciento por su estilo hechizante y endemoniado. Recuerdo que estando en casa del escritor Juan Martini, este me mostró su última novela : “Colonia”. Tras leer la primera página le pregunté  “¿estuviste leyendo a Bernhard?” El preocupado rostro del escritor me respondió entre la pregunta y la afirmación “¿se nota mucho?”
Amigos y colegas escritores, si aún no lo leyeron no se lo pierdan ¡léanlo!. Si no vieron sus obras de teatro ¡véanlas! También pueden escucharlo en algunas entrevistas en Youtube, respondiendo con su característica falta de aliento.
Eso sí, la empresa necesita de lectores corajudos, pero les doy ánimo con un dicho aplicado a la literatura: “cuando se copia de uno solo se llama plagio, cuando se copia de muchos se llama influencia.”
     Con Thomas Bernhard les recomiendo dejarse influir hasta cometer un buen plagio, a lo sumo los hará escritores más responsables e inspirados.

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