martes, 21 de junio de 2016

Entrevista a Roberto Gebert


















¿Dr. Gebert, cuándo descubrió usted su vocación literaria?

Lo recuerdo bien. Tenía doce años y fue al intervenir en un concurso de cuentos que se hizo en un campamento estando de vacaciones en Los Cardales.

¿Hay antecedentes artísticos en su familia?

Sí, mamá era poetiza, y una tía que no llegué a conocer personalmente pero de la que se hablaba mucho en casa era la famosa escritora Pearl Buck (premio Nobel 1964), mi abuelo materno era un violinista muy conocido en Europa, pero al exiliarse por la guerra, terminó trabajando en bares y en radio Belgrano.

¿Ser bilingüe ha intervenido en su literatura?

Decisivamente. Hay muchas situaciones o frases que me vienen en alemán. Además los libros de autores ingleses o americanos que había en casa eran traducciones, de manera que para mí lo natural era leer en alemán, al menos durante la época de la escuela primaria. Recién cuando entré al secundario, dejé de arrastrar la r para que mis compañeros no me carguen.

¿En dónde estudió?

En el Colegio Nacional de Buenos Aires, en dónde se me abrió un mundo literario en castellano. Recuerdo que mi primera pasión en castellano fue Sobre Héroes y Tumbas. Digo pasión en su acepción original, en el sentido de sufrimiento, de hecho fue la primera vez que me pasé una noche entera sin dormir porque no podía dejar el “Informe sobre ciegos.”

¿Cómo conjugó la medicina con la literatura?

-No fue tan difícil, en primer lugar porque tanto el psicoanálisis como la literatura exigen una entusiasmo por la palabra; además mis grandes ejemplos durante la niñez y adolescencia han sido médicos escritores.

¿Puede mencionar algunos nombres?

Claro que sí, los tengo siempre presentes: Sir Archibald Cronin, Maxence Van der Meersch, Axel Munthe, (a los que leía en alemán) y ya de más adulto el gran George Bernard Shaw, (que también era médico, y gracias a cuya influencia pude escribir una comedia musical). La lista podría seguir con Chejov, Sommerset Maughan, Arthur Schnitzler, Carlo Levi, José ingenieros y por supuesto el mismísmo Sigmund Freud.

¿Cómo fue la transición de médico psicoanalista a escritor?

Bueno, es una situación especial. Un psicoanalista digamos que no es un médico clásico. Aunque al principio mis colegas médicos me miraban de reojo por escribir, o se sonreían comprensivamente, pero después del primer libro lo aceptaron como algo natural. Hasta hoy algunos de ellos, aunque no lo dicen, todavía me ven como a un bicho raro, casi una traición al guardapolvo, pero igual vienen a atenderse y leen mis libros.
Sin embargo siempre sentí que me juzgaban como un exiliado de la medicina, como si me hubiera dedicado a algo parecido a la charlatanería. Y al fin y al cabo no estaban tan errados, el psicoanálisis y la literatura son para charlar. 

Examinando su biografía vi que usted fue médico rural

Sí, esa es toda un historia. Estaba en lo que se llama una “zona desfavorable” en el Chaco: caminos de barro, gran pobreza, altísimos índices de mortalidad y analfabetismo. Fue una gran experiencia médica y humana. De ahí salió una primera novela que aún no completé, no sé si algún día me decidiré a finalizarla.  

-¿Cómo percibe la evolución de la literatura en la actualidad?

Veo una cantidad interesante y talentosa de escritores a quienes les resulta muy difícil abrirse camino, como suele suceder en el mundo editorial. En fin, supongo que por azar o por selección natural sobrevivirán los que tienen el deseo puesto en las letras.

-En su última novela “Cuando digo nosotros” uno de los temas que trata es de la culpa colectiva del pueblo alemán y de las generaciones posteriores que, objetivamente, no tienen culpa. Desde el punto de vista académico, la existencia de culpa colectiva es muy discutible ¿Cree usted que exista?

-No tengo dudas de su existencia, sino también de sus efectos a largo plazo en los pueblos. Por ejemplo en Alemania hubo un proceso de penetración del idioma inglés, que equivale a destruir la identidad de un pueblo desde la base. En mi opinión este es un modo de expiación por la culpa colectiva. También sería interesante contabilizar cuántos vocablos extranjeros pronunciados al estilo americano en inglés, perfectamente utiliza la gente en la vida cotidiana, en mi opinión este fenómeno forma parte de la globalización y naturalmente de la estupidez política. En Argentina hay un caso interesante que se dio cuando el escritor Jorge Asís, nombrado secretario de cultura, tuvo que renunciar a su cargo acusado de reprimir las libertades por querer que los carteles de los negocios escritos en inglés tuvieran traducción al español. En fin, el tema de la culpa es largo y es cierto que hay media biblioteca de uno y otro lado, yo me inclino por la efectiva existencia de una culpa colectiva tanto de manera conciente como inconciente, que la hace aún más poderosa.   

Agradezco su tiempo y buena disposición. Alfred Stern 

Frankfurter Zeitung

Traducido del alemán por Ingrid Stein.



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