Mi tardía vocación
despertó por el decir de un tipejo en la «caja idiota». Cuando el animador lo inquirió
sobre su actividad laboral, al rechonchito con bigotes se le redondearon las
mejillas, su mirada comenzó a brillar. Con manos nerviosas se acomodó el nudo
de la que sería su mejor corbata, carraspeó y con indisimulado orgullo sembró
la intriga:
-Yo soy de aquella raza que observa a las
personas por dentro.
El programa había
invertido su dinámica. Luego de la enigmática afirmación, el invitado calló, ahora
era el turno del animador a quien le tocaba descifrar la respuesta. Con una
sonrisa congelada, adivinó:
-¿Filósofo?
-No-. La satisfacción del participante
empezó a recorrer su rostro.
-¿Psicólogo, entonces?
-No-. Los bigotes ya se torcían gozosos.
Impaciente el locutor
lo ametralló: -¿psiquiatra, poeta, cirujano?
El personajito ni
siquiera respondía, solo disfrutaba de las pifiadas.
-Está bien, me rindo, díganos cuál es su
ocupación.
-Exultante, con los brazos entrelazados y
el pecho henchido que le había desabotonado la camisa, develó la incógnita
-Soy técnico radiólogo
Hoy, que mi amor no
correspondido ni menguado por el tiempo acrecienta insoportablemente mis ansias,
aquel recuerdo nunca ausente vuelve a mi, conmemorando el origen de la placa
que te saqué oculto tras el plomo del cuarto oscuro, y que hace tanto tiempo
abrazo con ternura y con pasión, lo único que conseguí de tu negada presencia:
la foto de tu cintura ósea.
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