martes, 22 de agosto de 2017

SOBRE EL INSOMNIO


Los insomnes pertenecemos a una singular fraternidad, la logia de los que velan mientras el resto del mundo duerme” (Montaigne)

Según los informes estadísticos, los trastornos del sueño y en particular, el insomnio, han aumentado notoriamente su incidencia en los tiempos que corren, despertando el interés de distintas disciplinas desde la Antigüedad en que probablemente se trató el tema con mejores ideas que la de nuestra modernidad. Los griegos, por ejemplo, entendían que el sueño procede de Zeus, para Nietzsche “en los sueños el hombre se ejercita para la vida venidera”, según el  cuentista Nathaniel Hawthorne, medio siglo anterior a Freud, “el sueño es la percepción instintiva de la realidad”. Dice el poeta Antonio Machado que “Dios no castiga a nadie sin antes haberle avisado” y que el modo en que advierte es mediante los sueños. 

    En la época que nos toca, numerosos investigadores se han ocupado de esta espinosa cuestión, algunos más superficiales y sin muchas ganas de pensar, destacan lo que tienen más a la mano: el jet lag, los turnos laborales rotatorios debidos a la división del trabajo en el mundo global, el stress de la vida moderna, el excesivo uso de las pantallas, etc.

     Un segundo grupo, con un sesgo más antropológico, se remonta a illo tempore para  enfatizar la importancia de la vigilia en la historia del desarrollo humano. Así, los peligros externos que acechaban a la horda o tribu, hacían de la vigilancia una condición de supervivencia. Sostienen también que el no dormir, era una experiencia de la indeterminación, en tanto en las sombras no se observa con nitidez aquello que pretendemos identificar o que, sobre todo, escuchamos, porque en la oscuridad el sentido privilegiado es la audición. También señalan, no sin razón, que en la oscuridad se desdibujan los contornos, y se propicia la posibilidad de la imaginería: la aparición de demonios, espectros potencialmente dañinos o mortíferos y toda clase de fantasías que la imaginación temerosa  es capaz de urdir. Como prueba histórica, se citan los amuletos o fetiches colocados en la entrada de las cavernas de Altamira y Lascaux. Radicalizando su posición, la hipótesis de la vigilia sostiene que gracias AL desvelo de un miembro de la horda en las épocas primitivas, y gracias al muy posterior descubrimiento y manejo de la iluminación, el hombre pudo empezar a reflexionar en otra cosa que en su entorno y darse un tiempo para la autocontemplación y el tormento metafísico; en otras palabras, que la cultura sería una consecuencia mediata de la vigilia y el insomnio una cualidad filogenética. También al alumbrado se le debería el tiempo libre, que dio lugar a un mayor goce sexual, y a la multiplicación de los seres humanos.

     Ambas hipótesis, plantean el insomnio como un mecanismo de defensa frente a un entorno nocturno hostil. Sin embargo, ninguna toma en cuenta que los demonios pueden acechar no sólo desde el exterior sino también y principalmente, desde el interior del ser humano. Pongamos por caso un animal salvaje que se prepara para atacar, el sujeto tiene la chance de matarlo o de huir, así también, frente a las inclemencias del medio ambiente puede producir cambios adaptativos. No obstante, de su mundo interior nadie puede escapar. Allí residen los verdaderos espectros, las visiones, los espejismos, los ratones que quizás te comen más la cabeza de noche, pero que tampoco dejan de ejercer sus acciones corrosivas a plena luz.

¿Por qué entonces el insomnio?

Si consideramos que los sueños no son vana espuma, es decir meros restos sin sentido que el cerebro desecha para desintoxicarse, y que nos involucran en lo más íntimo de cuerpo y alma, revelando deseos no siempre morales ni éticos, borrando la bonita imagen con que de día nos vemos; va de suyo que, en ocasiones, sea preferible no ponerse en contacto con ciertas facetas oscuras de nuestro ser, con ciertas fibras que de las que es mejor no enterarse, o más exactamente, no darse por enterado.    

     Llama la atención que los actuales estudios científicos se limitan a mencionar los períodos  R.E.M. al cuerpo inmóvil, a las respuestas motoras inhibidas   

¿Por qué los actuales estudios científicos ni siquiera mencionan la dimensión del insomnio en relación a los sueños, si no es en términos de períodos REM, de respuestas musculares inhibidas, o de una disfunción neuronal que provoca insomnio?

La respuesta es que el capitalismo debería admitir la imposible globalización del sujeto, de un algo no domesticable que no se deja seducir por el hedonismo del goce, ni embaucar por su acumulación, ni apaciguarse por el alumbrado eléctrico, ni enceguecer por el individualismo, en suma, que no se aliena en las ilusiones del mercantilismo liberal. Para el capitalismo dormir es la interrupción del tiempo que él mismo nos roba.

     Más que las consideraciones intelectuales, los poetas parecen acercarse al meollo de la cuestión. Cito el famoso poema de Robert Frost.


Yo he tenido intimidad con la noche.
He salido con lluvia, y con lluvia he vuelto.
He dejado atrás la última luz de la ciudad.

He recorrido el callejón más triste.
He pasado junto al sereno de ronda.
Y bajado los ojos, sin ganas de explicar.

He frenado en seco y parado el ruido de mis pasos
cuando a lo lejos un grito interrumpido
llegaba desde otra calle por encima de las casas

Pero no para llamarme o decir adiós;

Y más allá de una altura sobrenatural,

Yo he tenido intimidad con la noche.

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