Los insomnes
pertenecemos a una singular fraternidad, la logia de los que velan mientras el
resto del mundo duerme” (Montaigne)
Según los informes
estadísticos, los trastornos del sueño y en particular, el insomnio, han
aumentado notoriamente su incidencia en los tiempos que corren, despertando el
interés de distintas disciplinas desde la Antigüedad en que probablemente se
trató el tema con mejores ideas que la de nuestra modernidad. Los griegos, por ejemplo, entendían que el
sueño procede de Zeus, para Nietzsche “en los sueños el hombre se ejercita para
la vida venidera”, según el cuentista
Nathaniel Hawthorne, medio siglo anterior a Freud, “el sueño es la percepción
instintiva de la realidad”. Dice el poeta Antonio Machado que “Dios no
castiga a nadie sin antes haberle avisado” y que el modo en que advierte es
mediante los sueños.
En la época que nos toca, numerosos investigadores se han ocupado de esta espinosa cuestión, algunos más superficiales y sin muchas ganas de pensar, destacan lo que tienen más a la mano: el jet lag, los turnos laborales rotatorios debidos a la división del trabajo en el mundo global, el stress de la vida moderna, el excesivo uso de las pantallas, etc.
Un segundo grupo, con un sesgo más antropológico,
se remonta a illo tempore para enfatizar la importancia de la vigilia en la
historia del desarrollo humano. Así, los peligros externos que acechaban a la
horda o tribu, hacían de la vigilancia una condición de supervivencia.
Sostienen también que el no dormir, era una experiencia de la indeterminación,
en tanto en las sombras no se observa con nitidez aquello que pretendemos
identificar o que, sobre todo, escuchamos, porque en la oscuridad el sentido
privilegiado es la audición. También señalan, no sin razón, que en la oscuridad
se desdibujan los contornos, y se propicia la posibilidad de la imaginería: la
aparición de demonios, espectros potencialmente dañinos o mortíferos y toda
clase de fantasías que la imaginación temerosa
es capaz de urdir. Como prueba histórica, se citan los amuletos o
fetiches colocados en la entrada de las cavernas de Altamira y Lascaux. Radicalizando
su posición, la hipótesis de la vigilia sostiene que gracias AL desvelo de un
miembro de la horda en las épocas primitivas, y gracias al muy posterior
descubrimiento y manejo de la iluminación, el hombre pudo empezar a reflexionar
en otra cosa que en su entorno y darse un tiempo para la autocontemplación y el
tormento metafísico; en otras palabras, que la cultura sería una consecuencia
mediata de la vigilia y el insomnio una cualidad filogenética. También al
alumbrado se le debería el tiempo libre, que dio lugar a un mayor goce sexual, y
a la multiplicación de los seres humanos.
Ambas hipótesis, plantean el insomnio como
un mecanismo de defensa frente a un entorno nocturno hostil. Sin embargo, ninguna
toma en cuenta que los demonios pueden acechar no sólo desde el exterior sino
también y principalmente, desde el interior del ser humano. Pongamos por caso un
animal salvaje que se prepara para atacar, el sujeto tiene la chance de matarlo
o de huir, así también, frente a las inclemencias del medio ambiente puede
producir cambios adaptativos. No obstante, de su mundo interior nadie puede
escapar. Allí residen los verdaderos espectros, las visiones, los espejismos,
los ratones que quizás te comen más la cabeza de noche, pero que tampoco dejan
de ejercer sus acciones corrosivas a plena luz.
¿Por qué entonces el
insomnio?
Si consideramos que los
sueños no son vana espuma, es decir meros restos sin sentido que el cerebro
desecha para desintoxicarse, y que nos involucran en lo más íntimo de cuerpo y
alma, revelando deseos no siempre morales ni éticos, borrando la bonita imagen
con que de día nos vemos; va de suyo que, en ocasiones, sea preferible no
ponerse en contacto con ciertas facetas oscuras de nuestro ser, con ciertas
fibras que de las que es mejor no enterarse, o más exactamente, no darse por
enterado.
Llama la atención que los actuales estudios
científicos se limitan a mencionar los períodos R.E.M. al cuerpo inmóvil,
a las respuestas motoras inhibidas
¿Por qué los actuales
estudios científicos ni siquiera mencionan la dimensión del insomnio en
relación a los sueños, si no es en términos de períodos REM, de respuestas musculares
inhibidas, o de una disfunción neuronal que provoca insomnio?
La respuesta es que el capitalismo debería admitir
la imposible globalización del sujeto, de un algo no domesticable que no se
deja seducir por el hedonismo del goce, ni embaucar por su acumulación, ni
apaciguarse por el alumbrado eléctrico, ni enceguecer por el individualismo, en
suma, que no se aliena en las ilusiones del mercantilismo liberal. Para el
capitalismo dormir es la
interrupción del tiempo que él mismo nos roba.
Más que las consideraciones intelectuales,
los poetas parecen acercarse al meollo de la cuestión. Cito el famoso poema de
Robert Frost.
Yo he tenido intimidad con la noche.
He salido con lluvia, y con lluvia he vuelto.
He dejado atrás la última luz de la ciudad.
He recorrido el
callejón más triste.
He pasado junto al sereno de ronda.
Y bajado los ojos, sin ganas de explicar.
He pasado junto al sereno de ronda.
Y bajado los ojos, sin ganas de explicar.
He frenado en seco y
parado el ruido de mis pasos
cuando a lo lejos un grito interrumpido
llegaba desde otra calle por encima de las casas
cuando a lo lejos un grito interrumpido
llegaba desde otra calle por encima de las casas
Pero no para
llamarme o decir adiós;
Y más allá de una
altura sobrenatural,
Yo he tenido
intimidad con la noche.
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