jueves, 7 de junio de 2018

LA SOLEDAD


    
La ciudad es un lugar para el desencuentro, por eso la ciudad te exilia, te condena al ostracismo, a una multitud desconectada y abstracta.
     La ciudad destierra a sus habitantes a la soledad que los abraza, tentacular, invisible. Soledad compañera, amiga, novia, soledad todo y todo soledad.
     Soledad sin tregua ni feriado, en los paseos, en la cama, y para respirar.             
     Soledad en función continuada, siempre disponible. Trabaja en Navidad y año nuevo.

     La soledad es el alimento que la ciudad provee. Minuta sin sobremesa, postre sin café. Mostaza de soledad, Ketchup de soledad, whisky de soledad.     
     En soledad me como una medialuna en un bar, visito a mamá, me duele mi primer amor, me afeito la barba con canas.
     Soledad drástica, despiadada, inexorable. La ciudad la instiga, la promueve y la despilfarra.
     Soledad aciaga, cianúrica, arsénica. Argumento sin título, cuadro sin pintor, pasión sin objeto, recuerdos sin memoria. En soledad nazco, vivo, muero.
     En la ciudad la soledad es personal, excluyente, sin chance. En soledad me pienso y me hablo, porque la soledad es un monólogo. 
     De soledad acompañado, canto, duermo, sueño, me duele un dedo, paseo en soledad, conduzco en soledad, escucho baladas de Luis  Miguel en soledad.
     Los ingenuos intentan trampearse y esquivar el destino general con las formas comerciales del autoengaño: reuniones de solos y solas, terapias de grupo, chateo, mitigan y acentúan el sentimiento de soledad, pero algo termina por inclinar la balanza hacia lo desapacible, lo solitario.
     Apueste a ganador, juegue a la fija que el futuro se llama soledad. 
     Y aunque soledad es decir «no hay otro», debemos convivir con ella y hacer de soledad un nombre: Soledad.

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