martes, 8 de mayo de 2018

LOS COLORES DE LA NOCHE.

Domingo 21hs
                      LOS COLORES DE LA NOCHE.

     Los colores de la noche se extienden ante mí, salidos de su noctámbula paleta. El paisaje citadino pierde protagonismo y se desvanece hacia un segundo plano, que pasa a ser la tela sobre la que mi cuadro se ilumina. Los tonos, que en general son intensos, no consiguen atravesar, sin perder esplendor, la atmósfera densa de smog y humedad. El conjunto semeja un salpicado con aspecto de pintura abstracta. Observado en detalle, se lo ve compuesto en su mayor parte por una variedad heterogénea de figuras geométricas como cuadrados, rectángulos y circunferencias.

     Con un poco de práctica y por las combinaciones cromáticas puede reconocerse a qué negocio pertenecen: Frávega: amarillo, verde y negro; Musimundo: rojo y amarillo; Wendy: rojo y mostaza, Blockbuster: amarillo y azul, igual que Banco Río y Boca Juniors. ¿Se harán juicio? Renault: amarillo y blanco, Dapsa: rojo y negro, YPF: azul y blanco, Shell: rojo y amarillo, E.G.3: celeste, verde, rojo.
     El cartel de una mercería anuncia ropa para niños y bebés en azul y naranja, sobre fondo blanco en 1,20 x 57.
     En un desborde emotivo brindo con mis mejores colores, los más chispeantes y vivaces ¡Mozo!: una copa de champán, y como no es de buena educación brindar por uno mismo, los azules lo hacen por los verdes, los brillantes por los opacos y los primarios por los secundarios.*
      Esquina de Las Heras y Salguero: a mi derecha, el cartel del Citybank en degradé azul está flanqueado por una casilla de Telefónica: celeste y verde. Por encima, una gran flecha lila de Pinturerías Prestige: en blanco, y a cien metros, la marquesina verde acuario de Ban Sud: Ban en letras blancas y Sud en letras negras.
     Pregunta: ¿Los colores de la noche son idénticos en cualquier ciudad? Y de ser así: ¿sería capaz de distinguir Buenos Aires de Nueva York o de París?
¿Las Heras o 5th Avenue? ¿Boulevard Cerviño o Les Champs Elysées?
    Un capítulo aparte se merecen las ópticas de los coches. Hago un recuento en un modelo japonés, óptica delantera: luz alta, baja, de posición, luces de stop, guiños derecho e izquierdo, buscahuellas, patente, antinieblas. Óptica trasera: luces de posición, de frenado, de marcha atrás, guiños derecho e izquierdo, patente, adicional de frenado. Total: veintisiete luces, sin contar las interiores.
     La policromía adquiere movimiento por los faros de los automóviles, de las ambulancias, de la policía y por la interminable actividad mutante de los semáforos: City Art.
    Los colores de la noche son irreales, no admiten comparaciones sencillas ni naturales como las de mi infancia, verde pasto, azul cielo, rojo sangre o amarillo limón.
     Las luces más frías están frente al río, en Puerto Madero. Su resplandor gélido que reverbera en el agua, ilumina las osamentas de las grúas y pinta de gris al césped prolijamente cortado, haciéndolo parecer artificial.
     Es de madrugada. Los colores debilitados pierden carácter y definición, quizás un poco mareados por la bebida. Un púrpura bosteza y un gris perla somnoliento se diluye, sólo un verdecito medio travieso, que se había mezclado con el resplandor amarillo de una vidriera para jugar a la escondida, todavía sigue disfrazado de azul.
     Mis queridos colores, tengan buenas noches, y si no consiguen conciliar el sueño, a no preocuparse, no cuenten ovejitas, ni tomen té de tilo o leche tibia, tampoco ingieran Rivotril ni se inyecten drogas, son innecesarias y nocivas, lo aprendí en el curso de Adicciones y Neurotransmisores. Al aclarar todos descansarán. Cúbranse bien que hace frío y piensen en algo bonito.
     Amanece.

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