domingo, 29 de octubre de 2017

Pelvis


Mi tardía vocación despertó por el decir de un tipejo en la «caja idiota». Cuando el animador lo inquirió sobre su actividad laboral, al rechonchito con bigotes se le redondearon las mejillas, su mirada comenzó a brillar. Con manos nerviosas se acomodó el nudo de la que sería su mejor corbata, carraspeó y con indisimulado orgullo sembró la intriga:

     -Yo soy de aquella raza que observa a las personas por dentro.

El programa había invertido su dinámica. Luego de la enigmática afirmación, el invitado calló, ahora era el turno del animador a quien le tocaba descifrar la respuesta. Con una sonrisa congelada, adivinó:


     -¿Filósofo?

     -No-. La satisfacción del participante empezó a recorrer su rostro.

     -¿Psicólogo, entonces?

     -No-. Los bigotes ya se torcían gozosos.

Impaciente el locutor lo ametralló: -¿psiquiatra, poeta, cirujano?

El personajito ni siquiera respondía, solo disfrutaba de las pifiadas.

     -Está bien, me rindo, díganos cuál es su ocupación.

     -Exultante, con los brazos entrelazados y el pecho henchido que le había desabotonado la camisa, develó la incógnita

     -Soy técnico radiólogo



Hoy, que mi amor no correspondido ni menguado por el tiempo acrecienta insoportablemente mis ansias, aquel recuerdo nunca ausente vuelve a mi, conmemorando el origen de la placa que te saqué oculto tras el plomo del cuarto oscuro, y que hace tanto tiempo abrazo con ternura y con pasión, lo único que conseguí de tu negada presencia: la foto de tu cintura ósea.  

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