lunes, 29 de agosto de 2016

El enigma de Sig


El enigma de Sig

     Las palabras encierran secretos que, para ser develados, precisan de
una oreja afinada. En caso de fallar el instrumento se recomienda consultar con un luthier, que para estos casos se llama psicoanalista; con un poco de suerte, y si el diablo no mete la cola, él podrá quitar algún molesto tapón. Para el caso que nos ocupa conviene recordar la existencia de toda clase de palabras: las hay suaves, veloces, seductoras, las huidizas que son extraordinarias. Todas y cada una de ellas se merece un interlocutor aplicado, en especial las palabras extranjeras, que reclaman una escucha bilingüe.  
 
     En 1901 Sigmund Freud publica “Psicopatología de la vida cotidiana”, que se inicia con el capítulo “Olvido de nombres propios”, publicado hacía tres años en la Revista de Psiquiatría y Neurología (Monatliche Zeitschrift für Psychiatrie und Neurologie). Interesado por estudiar la lógica del olvido, centra la tarea en un episodio que lo había afectado, en relación con el pintor italiano del Cuatroccento Luca Signorelli, cuyos cuadros había contemplado en la capilla de San Brizio de la Catedral de Orvieto y que ocasionaron una interesante producción de su inconsciente. El mencionado capítulo se complementa con el siguiente “Olvido de palabras extranjeras”, por lo que resulta conveniente trabajar con ambos capítulos en conjunto, a fin de comprender a fondo el ejemplo de Signorelli, poblado de significantes que para Freud resultan extranjeros, se trata de un verdadero entrecruzamiento de idiomas (alemán, italiano, turco, bosnio, ruso...). En él, Freud señala:  “...En una serie de casos, este olvido se cumple siguiendo el mecanismo que nos ha revelado el ejemplo de Signorelli”.
     No he de detenerme en la exposición del famoso caso. Mencionaré en cambio que, con posterioridad, Jaques Lacan lo retoma y al extenso análisis de Freud, añade algo  de sustancial importancia, a saber: descubre que el Signor de Signorelli contiene el significante Sig que asimismo posee el nombre Sigmund con lo cual resulta evidente que se produce una identificación que determinará el olvido. Hasta aquí la novedad que aporta Lacan respecto de este tema.  
     A continuación leamos algunos párrafos de “Olvido de nombres y series de  palabras”: 
     .. No podemos reprimir una impresión ligeramente desagradable cuando encontramos que un extraño lleva nuestro propio nombre. (Yo sentí claramente esta impresión al presentárseme un día en mi consulta un señor S. Freud). 
      “…al analizar los casos de olvido de nombres propios observados en mí mismo encuentro casi regularmente que el nombre retenido muestra hallarse en relación con un tema concerniente a mi propia persona y que con frecuencia puede despertar en mí intensas y a veces penosas emociones. El nombre perdido ha rozado en mí un complejo personal”.
     Sabemos que el nombre retenido roza un complejo personal. La pregunta que nos formulamos es ¿Por qué motivo Signorelli toca a Freud en su ser? 
El significante Sig no parece resultar suficiente sin que también incluya él mismo un tema. Freud mismo lo aclara en un añadido que realiza al referirse a Aliquis en su diferencia con Signorelli: 
     “Ya no estoy convencido de la falta de una conexión interior entre los dos circulos de ideas en el caso Signorelli. En un cuidadoso seguimiento de los pensamientos reprimidos sobre el tema de sexualidad y muerte, uno se tropieza con una idea que se conecta íntimamente  con la de los frescos de Orvieto.”     
     ¿Cuál será entonces la conexión entre el significante Sig y el tema de la impotencia frente a sexualidad y muerte? ¿Habrá alguna conexión directa? El Sig de Lacan y obviamente también el de Freud en el que había fijado mi atención resonaba dentro de mí como un eco, sin evocar nada en concreto, a lo sumo  alguna clase de existencia sin forma que pugnaba por darse a conocer,    
hasta que un buen día viendo el partido de fútbol Austria contra Francia, el azar vino en mi ayuda, divisé una pancarta de los simpatizantes del equipo nacional austríaco que puso luz en este enigma, decía: Der Sieg ist unser  La victoria es nuestra. 
     Ahí estaba el significante y tema del que habla Freud. Es que Sig es homofónico con Sieg, que quiere decir “triunfo” o “victoria” y de paso sea dicho, integra el nombre de Freud que traducido significa: “el triunfo de la boca da alegría”. Por lo tanto se puede concluir que si a Freud le queda reprimido Sig el triunfo, es en la medida en que Freud reprime el triunfo sólo le queda la derrota, frente a los temas de sexualidad y a la muerte. 
     Podemos entonces concluir, que nuestro descubrimiento respecto del significante Sig refuerza más aún la teoría psicoanalítica en relación al hecho de que Sig es el causante del episodio del olvido de Signorelli. 

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